Biblioteca Harley-Davidson
El novato enfático
La traca final de la exposición -la única salida que encontró el ministro para salir del laberinto retórico en le que se había metido- fue nada menos que felicitarse a sí mismo
Han sido generales las risas ante la dubitativa manera cómo presentó el ministro Bolaños el acuerdo para la amnistía. Midió mal el énfasis. Probablemente será un reír por no llorar, pero este tipo de ridículos azorados siempre tienen un punto inevitablemente hilarante. Su discurso errático e inacabable provocaba el efecto de que estuviera presentando un Goya que se daba a sí mismo. Despeinado y nervioso, no hacía más que echarse flores, hablando de su propio gobierno como si hablara de una tercera persona. Parecía que estuviera intentando convencerse pero que no pudiera dejar de insistir porque no lo conseguía.
Yo no sé si al final el pobre Bolaños consiguió convencerse a sí mismo, pero desde luego a los españoles no. Cada día son más los escépticos. Está claro como el agua que ese borrar delitos, ese perdón selectivo de amiguetes, no lo promueven por ninguna reconciliación sino para comprar los siete votos que necesitan para seguir desesperadamente en el poder. Y al que no le guste -como decía el diputado de Junts- que se aguante.
No hay nada peor comunicativamente que intentar ponerse solemne y terminar deshilachado, despeinado, hablando de más, con la mirada extraviada. Y más en un momento emblemático como ese. Nos recordó lo peor del cine de subgénero cómico americano de los ochenta, aquel que retrataba a los primeros «nerds» de la Historia, rebautizándolos castizamente como «los novatos». Al pobre hombre solo le faltaban tres bolígrafos perfectamente alineados que le asomaran por el bolsillo superior de la camisa.
La verdad es que todo esto de los embustes sin la belleza apolínea de Sánchez pierde mucho. La traca final de la exposición -la única salida que encontró el ministro para salir del laberinto retórico en le que se había metido- fue nada menos que felicitarse a sí mismo ante las cámaras y ante todos los españoles. El día de cumpleaños, en casa de Félix, verdaderamente debe ser una juerga.
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