El trípode
El Nuevo Orden: Global y Woke
Acabar con la identidad histórica religiosa y cultural de la antigua Cristiandad, hoy transformada en la UE, es fundamental para conseguir ese ansiado Nuevo Orden
La cultura “woke” -del inglés “despierto”-, como es sabido, tuvo su origen en torno a las personas afroamericanas como oposición a la discriminación racial, social y política que padecían en la década de 1930 en los EEUU. Para resurgir años después, ya en la década de 2010, con el movimiento de activistas encabezado por la frase “Black Lives Matter” (“las vidas negras importan”), protestando por disparos policiales contra afroamericanos causando víctimas entre ellos. Su progresiva evolución ha convertido a ese movimiento en sinónimo de lo “progresista” y como lo opuesto a lo considerado como conservador y derechista o “ultraderechista”. En la actualidad, por “cultura woke” se entiende la basada especialmente en la reivindicación de la ideología de género lgtbiq+ y, en general, de todo tipo de iniciativas políticas y sociales consideradas como “progresistas” o de izquierdas. Y que de hecho se ha convertido en sinónimo de “progre” para los opuestos a las mismas. Su evolución a través del tiempo ha llevado a considerar como “woke” -es decir, como progresista- a todo lo que representa una ruptura con valores, ideas y principios considerados como reaccionarios por estar sólidamente asentados con raíces profundas en el tiempo y en la conciencia colectiva por parte de diversos grupos sociales. El movimiento globalista es un claro transmisor de esa cultura woke en tanto que desea eliminar las fronteras nacionales que delimitan y protegen identidades históricas de naciones y pueblos cuya religión y cultura se han construido sobre valores y principios cristianos que los identifican y definen, lo que dificulta alcanzar su deseado globalismo. Que no olvidemos tiene como objetivo prioritario establecer un nuevo orden mundial en el que, por supuesto, ellos detenten el poder. Con ese fin procuran penetrar en las organizaciones políticas de carácter internacional, destacando entre ellas la ONU y la UE, ocupando puestos directivos donde su ideología quede impresa para poder promover ese ansiado globalismo. Un ejemplo de esa penetración woke lo tenemos muy cerca de nosotros, en la propia Comisión Europea, que quiere que se legalice la transición de género “sin restricción de edad”. Lo que significa que sin consentimiento de sus padres menores de edad puedan incluso ser sometidos a mutilación genital. Y mientras eso se promueve, se prohíbe que adultos ya sometidos a esa transición sexual puedan ser acompañados psicológicamente para ayudarles a recuperar su condición biológica natural. Acabar con la identidad histórica religiosa y cultural de la antigua Cristiandad, hoy transformada en la UE, es fundamental para conseguir ese ansiado Nuevo Orden que promueve como hemos escrito la inmigración musulmana con esa misma finalidad. Mientras esto sucede, la sociedad europea parece sumida en pleno “síndrome de la rana”.