
A pesar del...
Pérez Esquivel y las luces
El lector se pregunta qué «luces» tiene para Pérez Esquivel la opresión que padece el pueblo venezolano
Una muestra más de la preocupación de la izquierda ante el significado simbólico del premio Nobel de la Paz a María Corina Machado fue la carta abierta que le escribió Adolfo Pérez Esquivel, bajo el título de: «De Nobel a Nobel».
El argentino se declara «sorprendido» por el galardón a la venezolana, porque él lo recibió en 1980, también como símbolo, pero de la condena mundial a las violaciones de los derechos humanos perpetradas por las dictaduras militares en América Latina.
Hubo entonces críticas, que subrayaban que dichas tiranías guardaban alguna relación con la violencia terrorista que el comunismo había extendido en el subcontinente. Los crímenes de las dictaduras, empero, eran indudables –aunque, otra vez, cabe argumentar que en algunos casos los máximos responsables fueron juzgados y condenados, lo que rara vez ha sucedido en el caso de los terroristas–.
Es complicado, en suma, arrojar sobre la realidad todas las luces necesarias para comprenderla en profundidad.
Y eso es, precisamente, lo que le sucede al señor Pérez Esquivel, que a sus 94 años habla como si no hubiera caído el Muro de Berlín. Ese es, hablando de luces, el problema. Afirma el Nobel: «El gobierno venezolano es una democracia con sus luces y sombras. Hugo Chávez marcó el camino de libertad y soberanía del pueblo».
En efecto, decir que la dictadura de Maduro es una democracia evoca a los viejos comunistas que afirmaban que las tiranías soviéticas también lo eran. Con esa premisa falsa, el paso siguiente es el desatino de afirmar que Chávez tuvo algo que ver con la promoción de la libertad y la soberanía popular.
Y, por supuesto, el lector se pregunta qué «luces» tiene para Pérez Esquivel la opresión que padece el pueblo venezolano. No hay respuesta, claro, pero sí los tópicos más cochambrosos del supuesto progresismo: los Estados Unidos son malísimos, el pueblo cubano no es oprimido por el comunismo sino por el «bloqueo», etc. Ni una palabra sobre las víctimas del socialismo, pero sí una fe inquebrantable en los antiguos popes de la izquierda: «Aún continúan abiertas las venas de América Latina, como decía Eduardo Galeano».
Esquivel podría reconocer, como hizo (tarde) el propio Galeano, los errores de su famoso libro: «Fue escrito con un estilo de izquierda tradicional, muy de catecismo, y si volviera a escribirlo hoy, no sería capaz de leerlo. Me resultaría insoportable».
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