Y volvieron cantando
Periodismo pastoreado
Una misiva enviada por el partido socialista a las cámaras parlamentarias y a las principales asociaciones de periodistas proponiendo cribar el proceso de acreditaciones parlamentarias
Entre viejos maestros del periodismo siempre hubo una máxima según la cual, cuando un político se acercaba a un periodista o un partido a un medio de comunicación para mostrarle todo su apoyo y simpatía a la hora de defender el ejercicio de la libre información, lo que tocaba, así de entrada, era sencillamente tentarse la ropa cuando no echarse a temblar. Desde el poder político y en unos momentos más que otros, siempre ha habido una natural tendencia a pastorear una, cuanto más grande más eficiente cabaña de periodistas, aunque en honor la verdad esa inclinación también ha venido aparejada en última instancia con un resignado pero escrupuloso respeto a la libertad editorial, prueba del algodón para cualquier estándar democrático. Pero ese equilibrio peligra cuando desde el poder se muestran síntomas inquietantes como las afirmaciones del ex líder de Podemos Pablo iglesias «a mí que me den la televisión», o propuestas más recientes que afortunadamente han acabado en un cajón tendentes a certificar la veracidad y hasta la idoneidad de posibles noticias, además de conatos de supervisión acerca del criterio para definir o no lo que son informaciones falsas, con el consiguiente riesgo de confundirlas con noticias inconvenientes.
No hay descanso y prueba de ello ha sido esa misiva enviada por el partido socialista a las cámaras parlamentarias y a las principales asociaciones de periodistas proponiendo cribar el proceso de acreditaciones parlamentarias frente a quienes desde el PSOE y su particular escala de valores califican de «pseudo medios» y «pseudo periodistas». La iniciativa podría rayar en lo cómico (su acogida entre asociaciones profesionales ha sido nula como es natural) si estuviéramos hablando de un situación mínimamente normal, pero acaba convirtiéndose directamente en una broma de pésimo gusto teniendo en cuenta que, hoy por hoy, más allá de quiénes acceden a dependencias institucionales para hacer su trabajo, los verdaderos problemas que a la larga pagan los ciudadanos destinatarios de una información que ha de ser libre y veraz son el de las comparecencias de miembros el Gobierno –presidente a la cabeza– sin preguntas o, cuando las hay, el de dar la palabra únicamente a representantes de medios teóricamente afines, por no hablar de una más que discutible por poco equitativa escala de valores a la hora de conceder entrevistas de miembros del Gobierno. Cabe preguntarse en qué parte de los «pseudo» ubica esto el partido socialista.
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