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El trípode del domingo

«El Pilar de la inmortal ciudad de Zaragoza»

Un hermoso testimonio en sus paredes el acontecimiento en el que fueron ofrecidas a la Virgen del Pilar y colocadas allí las banderas de 19 repúblicas hispanoamericanas, bendecidas solemnemente por el Papa san Pío X en el Vaticano

La capital aragonesa es indisociable del privilegio que le otorga haber sido milagrosamente visitada por la Virgen María en carne mortal el 2 de enero del año 40, cuando era la Caesaraugusta romana, como recoge la tradición. Ese singular acontecimiento viene incrementado en su notoriedad –si cupiera por hacerlo– para fortalecer en su misión evangelizadora nada menos que a uno de los tres discípulos predilectos del Señor: Santiago el Mayor, el hermano de Juan, ambos los «hijos del Zebedeo». Esa visita de la Madre de Dios fue a la entonces Hispania romana, destacada provincia del Imperio, al que daría tres emperadores: Adriano, Trajano y Teodosio. Desde entonces, es conocida con la advocación de la Virgen del Pilar, la primera de las numerosas por las que es amada y venerada por toda la catolicidad y cristiandad ortodoxa. Sin duda, esa «coincidencia» entre esa milagrosa traslación de María y que fuera para visitar a tan gran apóstol induce a considerar cuán importante sería la evangelización de la Hispania del momento en los inescrutables designios de la Providencia. Y la Historia ha ido aportando signos que apuntalan esa hipótesis, como que fuese también -providencialmente- otro 2 de enero (de 1492), cuando culminaría la Reconquista de la Hispania cristiana que había sido invadida por el Islam durante 780 años. Y que apenas nueve meses después avistaba tierra americana, y daría comienzo a la evangelización de aquel inmenso continente; sería el 12 de octubre de aquel año: «casualmente» coincidiendo con la fiesta de la Virgen del Pilar. Recorrer la majestuosa basílica dedicada a Ella, a orillas del Ebro a su paso por Zaragoza, rebosa de devoción Pilarista y de Hispanidad. Fue aquella Hispania que evangelizaba Santiago, actual Patrón de España, –la que sería forjada sólidamente en su cristianismo combatiendo la adversidad de aquella invasión– la que se proyectará al culminarla en 1492, como un «muelle» hasta Ultramar para dar comienzo a aquella misión para la que fue elegida como instrumento, desde el providencial eterno presente del Señor de la Historia. De ello da un hermoso testimonio en sus paredes la placa que evoca «Para Perpetua Memoria en esta inmortal ciudad de Zaragoza» el acontecimiento del 29 de noviembre de 1908 en el que fueron ofrecidas a la Virgen del Pilar y colocadas allí las banderas de 19 repúblicas hispanoamericanas, bendecidas solemnemente por el Papa san Pío X en el Vaticano, «como testimonio perenne de veneración, amor y gratitud de las naciones hispanoamericanas a la Madre de Dios que les dispensó los dones de la Fe y a la Madre España que las hizo herederas de su sangre, de su lengua y de su valor…».