Letras líquidas

Política «silver», política «gold»

La cuestión sobre los políticos, sobre quienes, al cabo, deciden los asuntos de todos, no pasa por la edad, sino que debe centrarse en su formación y dedicación

Aunque en España seguimos manteniendo la letanía de que los políticos no dimiten, lo cierto es que podríamos readaptarla y matizar que sí se marchan. Abandonos en la primera línea hemos visto muchos en los últimos años y Arrimadas, Villacís o Garzón se han sumado estos días a la larga lista de adioses. Al margen de las circunstancias personales o profesionales, de los fracasos en las urnas o de la desaparición de las formaciones que los sustentaban, más allá de cada caso concreto y sus particularidades, resulta llamativo el elevado número de retiradas que jalona la política contemporánea. Como si fuera uno de sus rasgos distintivos. La imagen de aquellos cuatro líderes en ebullición (Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias) preparados en los platós para el combate dialéctico durante la campaña de 2019 ha adquirido ya la categoría de clásico: sobra recordar que solo el presidente del Gobierno sigue en activo.

La conversación pública, entonces, giraba en torno a la regeneración, a la necesidad de reformas en un sistema configurado cuatro décadas antes y esa ansia de transformación conectaba también, o al menos en buena parte, con una especie de apuesta por el recambio generacional. La conclusión, ahora, es que muchos de quienes se han marchado de las instituciones (gusten más o menos, se comparta ideología o no) son, precisamente, algunos de aquellos perfiles que parecían llamados a la sucesión. Quizá es que equivocamos el debate. Y la cuestión sobre los políticos, sobre quienes, al cabo, deciden los asuntos de todos, no pasa por la edad, sino que debe centrarse en su formación y dedicación: apostando por una mayor profesionalización (incluso al modo francés de la ENA) para evitar incursiones temporales con sus correspondientes huidas, que solo agravan la desafección y, sobre todo, para no dejar escapar el talento (cuando lo haya). La clave no está en si los políticos son «silver» o no, sino en aspirar, fehacientemente, a que sean «gold».