Y volvieron cantando

Políticos, jueces y victimismo

La reacción de Le Pen viene a apuntalar el muy provechoso argumentario contra jueces «sospechosos» ya esgrimido por Donal Trump antes de ganar el billete de regreso a la Casa Blanca.

Dos mujeres de opuestas inclinaciones políticas, en vecinos países y por motivaciones distintas, están protagonizando durante toda la semana uno de los más bochornosos e inquietantes espectáculos de confrontación con el poder judicial. La una con responsabilidades de Gobierno y la otra con truncadas aspiraciones de ser la primera presidenta en la historia de su poderosísimo país.

No me detendré tanto –porque casi todo está dicho– en los ataques de la vicepresidenta Montero contra la sagrada presunción de inocencia, tal vez convencida por algún asesor de los que subestiman a las mujeres, en este caso las andaluzas donde Montero es candidata del PSOE, pero sí me parece más digno de análisis el caso de la otra mujer, la líder ultraderechista francesa Marine Le Pen, condenada por malversación de fondos e inhabilitada –de momento y a la espera de recurso– para ser candidata a una presidencia de la República que esta vez acariciaba con los dedos de la mano y que ha terminado por arremeter contra la judicatura con la más extrema de las durezas alimentando lo que no es otra cosa que un discurso del VICTIMISMO con mayúsculas cargado de abono para el crecimiento de estas opciones políticas.

La reacción de Le Pen viene a apuntalar el muy provechoso argumentario contra jueces «sospechosos» ya esgrimido por Donald Trump antes de ganar el billete de regreso a la Casa Blanca. En Rumanía, otra decisión judicial señalando irregularidades electorales cortaba el acceso de la ultraderecha al poder y, en España, fuera del terreno de los tribunales, pero dentro del ring político, el Presidente del Gobierno sigue despreciando a más de tres millones de votantes, excluyendo a Vox esta vez de la ronda de contactos sobre el aumento del gasto en defensa. Madera, muchísima madera para el victimismo de unas opciones que no dudan en tirar de demagogia a raudales para conectar cada día más y mejor con la transversalidad ciudadana. Pero volviendo a Francia, si una Le Pen inhabilitada no acaba por concurrir a las presidenciales de 2027, tendremos toda una prueba del algodón sobre los efectos de ese victimismo en las posibilidades de su número dos, Jordan Bardella, previa presión insoportable estos próximos meses sobre la justicia francesa. Ya sea una líder de extrema derecha o la vicepresidenta de un gobierno «progresista», se muestran como temerarias kamikazes. Este es el nivel.