Bonus Track
Proceso
El problema es que este proceso constituyente encubierto, mal disimulado, aunque de una actividad demoledora, no ha sido avalado por nadie, excepto por quienes, implacables, lo están llevando a cabo
Durante estos años convulsos y radicales, con la reyerta institucional, inseguridad jurídica, zafiedad y combate ideológico como signos políticos –propios de un país tercermundista, o camino de serlo–, la principal novedad política que debemos enfrentar, o asumir, según se mire, es un rápido y agitado «proceso constituyente» que no se ha revelado a la ciudadanía, sobre el que nadie la ha consultado. Muchos de los males terribles que padecemos, contemplados desde los fundamentos de la democracia liberal, provienen de ahí, de ese hecho cierto: se está cambiando la Constitución de forma solapada, sin decirlo claramente, pero sin ocultar tampoco lo que ocurre. Uno de los breves ministros de Justicia que hemos tenido, ya lo anunció así en sede parlamentaria: «España está en una crisis constituyente». Muchos creyeron que había tenido un lapsus. Pero no. Claro que los «procesos constituyentes» siguen un protocolo legal que los legitima (elecciones, asambleas, referéndums…), que en España se ha ignorado y despreciado para que quienes promueven este proceso insurgente disfrazado obtengan el control absoluto, dejando fuera a los posibles disconformes con él. Quien «no» pregunta evita la respuesta que «no» desea. Así, la Constitución se está cambiando mediante el método de «modificarla» a conveniencia. Para ello, el instrumento imprescindible es el Tribunal Constitucional, órgano que ha alcanzado un nivel de desprestigio tan profundo que justifica su desaparición cuanto antes. Quizás cumpla la actividad que tiene encomendada: servir al poder, facilitando un cambio constitucional no refrendado por la voluntad mayoritaria del pueblo, pero…, por el camino habrá perdido su razón de ser, su reputación y crédito, convirtiéndose en mero apéndice servil y descompuesto del omnipotente «legislativo». El «uso alternativo del derecho» utiliza la ley como «instrumento de cambio o dinamización social» y justifica su actividad por la «defensa de los derechos humanos» (¿no oímos hablar mucho de «derechos humanos»…? Pues eso). El problema es que este proceso constituyente encubierto, mal disimulado, aunque de una actividad demoledora, no ha sido avalado por nadie, excepto por quienes, implacables, lo están llevando a cabo. (¿La democracia...? Mañana, con suerte).
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