Canela fina

Puigdemont abofetea a Sánchez

«A las 48 horas del primer envite que ponía en marcha la ley de Amnistía, el prófugo golpista exigió el referéndum de autodeterminación»

No ha esperado ni los cien días de la cortesía política. A las 48 horas de que se aprobara en el Congreso de los Diputados el primer envite de la ley de Amnistía, Carlos Puigdemont, el prófugo golpista, declaró: «La ley de Amnistía es sólo el precio que Sánchez ha pagado por la investidura. Ya la tenemos. Ahora vamos por el referéndum de autodeterminación. Tenemos todo el derecho a continuar el proceso de independencia, a hacer política y a ejercer nuestros derechos sin ser violentados por la estructura del Estado».

El relato sanchista, que situaba la amnistía como fórmula para mejorar la convivencia en España, se rompió en mil pedazos. Carlos Puigdemont ha abofeteado a Pedro Sánchez en pleno rostro. No le ha dejado un solo resquicio para escapar del chantaje independentista. La ley de Amnistía ha sido un do ut des: tú me concedes la amnistía y yo te presto los siete escaños que necesitas para ser investido presidente del Gobierno.

El prófugo se dispone ahora a conducir la larga caravana de los despropósitos para consolidar el secesionismo. Ha despedazado el Estado de Derecho español, procurando convertir en añicos al tercer poder. Durante 12 años los jueces y magistrados sentenciaron delitos, conforme a las leyes en vigor. La ley de Amnistía significa que esos jueces y magistrados prevaricaron y que no aplicaron la ley de forma independiente, objetiva y ejemplar. Por el plato de lentejas de siete escaños. Pedro Sánchez ha quebrantado el Estado de Derecho español y ha devastado la democracia pluralista que había consagrado la separación de poderes. Pablo Planas ha escrito que los peones de Puigdemont han salido en tromba a amenazar a los jueces, a regodearse con el regreso triunfal del prófugo y a exigir para el próximo mes de enero de 2025 el referéndum de autodeterminación que Sánchez deberá aceptar si pretende prorrogar la permanencia de su airoso rabel sobre la silla curul del palacio de la Moncloa.

Esta es la simple y pura realidad. Todo lo demás compone el relato de las camelancias sanchistas, jaleadas por sus alfiles incondicionales en los medios de comunicación afines. Puigdemont, en efecto, ha abofeteado a Sánchez. ¿Reaccionará el presidente sanchista con dignidad o presentará cristianamente la otra mejilla para que el prófugo le golpee de nuevo?