La situación

¿Qué más da?

La nueva política ha conseguido que se establezca una nueva costumbre: la de no asumir responsabilidad alguna

Hubo un tiempo en que aquellos que participaban en política aceptaban determinadas reglas no escritas de la democracia. No estaban escritas porque se entendía innecesario, una cuestión de honor y un asunto de pura lógica. Cuando un cargo público estaba sometido a un proceso de sospecha sobre su integridad, procedía a apartarse para no dañar el buen nombre de las instituciones. Nunca más.

La nueva política –protagonizada por dirigentes políticos extremistas que han contaminado a todos los demás– ha conseguido que se establezca una nueva costumbre: la de no asumir responsabilidad alguna, ni siquiera cuando ya hay una sentencia judicial condenatoria. «Voy a resistir», nos advirtió con su exaltación habitual la suspendida presidenta del parlamento de Cataluña, Laura Borràs, minutos después de que el Tribunal Superior de Justicia estableciera que debe pasar cuatro años en la cárcel por un delito de corrupción. Lejos de esconderse en algún rincón de su casa, Borràs exige ser restituida en su cargo.

El ministro Fernando Grande-Marlaska vio cómo el Tribunal Supremo le vapuleaba con una sentencia en la que ordena devolver su cargo al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos, cesado por el responsable de Interior. Y, además, desairaba al ministro –juez de profesión– al asegurar que había ejecutado una «inadmisible interferencia» en una investigación judicial. «No pienso dimitir», dice el ministro cada vez que le ponen un micrófono delante.

«¿Qué más da?», espetó a los periodistas el portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, cuando le preguntaron qué diputados socialistas habían compartido cena con el Tito Berni. Qué cosas preguntan los periodistas… Y hasta hoy.

Esos casos, que provocan la lógica estupefacción, solo han sido superados estos días por el epítome del fanatismo moderno: Donald Trump. El expresidente tuvo que comparecer ayer ante un tribunal para conocer los cargos que se le imputan. Lejos de ponerse a un lado en la carrera electoral, Trump da tres pasos adelante y aspira a recuperar la Casa Blanca, incluso si termina por ser condenado en este o en otro de los muchos casos que tiene pendientes ante la justicia. Y podría ganar. Total, ¿qué más da?