Editorial
Retrato desolador de una España indefensa
El esperpento y la mediocridad de quienes comandan la nación son letales. Sin respeto por el Parlamento, los representantes de la soberanía nacional y los propios españoles. Los peores en el peor momento en esta lenta agonía de una España indefensa
Pedro Sánchez no ha decepcionado en el debate sobre política de Defensa en el Congreso a todos aquellos que pensábamos que nada aportaría que no supiéramos de antemano. Era un pleno esperado y crucial en el contexto geoestratégico y el cambio de paradigma en Europa y se consumió con demasiada pena y ninguna gloria. Sánchez expuso su compromiso con Bruselas de acelerar el gasto militar al 2% del PIB, el apoyo a un ejército europeo y un «gran Plan Nacional para el Desarrollo e Impulso de la Tecnología y la Industria de la Seguridad y Defensa españolas», que postergó para dentro de unos meses, o lo que es igual, de incierto futuro y escasa credibilidad. Calmó a sus socios de investidura. El gasto social está a salvo. El presidente alardeó de concreciones y transparencia lo que en estas páginas interpretamos como una burla de manual en torno a un vacío. En cualquier democracia plena, como le gusta presumir a Moncloa, se habría explicado cuánto se invertirá, en qué, cómo, de dónde saldrá el dinero, con qué apoyos parlamentarios contará para sacarlo adelante... Se hubieran dirigido a la ciudadanía sin tomarla por lo que no es porque el mandato europeo es rearmarse y gastar. En su lugar, y después de unos cuantos miles de palabras en una intervención plomiza y autocomplaciente, el presidente se preocupó de no citar el término rearme y de dar por sobreentendido que las Cortes serán excluidas de las decisiones futuras. Rubricó que no habrá Presupuestos Generales, que los de 2023 prorrogados son excelentes y que se pondrá a trabajar en los de 2026. Nunca antes en democracia un presidente se jactó de su abierta rebeldía constitucional sin aparentes consecuencias para nuestra vergüenza. Alberto Núñez Feijóo acertó en el tono y en el fondo ante la vacuidad fatua del oponente. Pidió Presupuestos, pilar de la Defensa, habló de un Pacto de Estado y emplazó a Sánchez a «someterse a las Cortes o las urnas» en una legislatura acabada. Cumplió, pero clamó en el desierto. Debatir con tal adversario es misión imposible siempre que lo entendamos como un intercambio riguroso e íntegro de pareceres. Es inviable hacerlo con quien niega la realidad por principio y se conduce como un adicto a la mentira. Su especialidad y su parapeto es hacer oposición a la oposición con las cartas marcadas y sin otras reglas que las propias. El guion no varía, únicamente el contexto. El debate clave se convirtió en un penoso trámite, en el que ni siquiera nos ahorraron el bochorno de que una parte del Ejecutivo pidiera la salida de España de la OTAN, además de sacar a pasear a Mazón en compañía de Trump, la dana, el cambio climático y los aranceles. El esperpento y la mediocridad de quienes comandan la nación son letales. Sin respeto por el Parlamento, los representantes de la soberanía nacional y los propios españoles. Los peores en el peor momento en esta lenta agonía de una España indefensa.