El canto del cuco

La revuelta de las comunidades

A cambio de sostener a Sánchez, las regiones más prósperas exigen un trato económico especial, privilegiado, y al Gobierno le parece bien

Cuando la revuelta de los comuneros, hace algo más de 500 años, aparecieron diversos pasquines en las puertas de las iglesias castellanas. Uno de ellos decía: «Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor». Me ha venido esto a la cabeza al ver a los representantes de «Cuenca Ahora», «Soria ¡YA!» y «Teruel Existe» delante del Congreso de los Diputados mostrando su enfado por la financiación que se anuncia para Cataluña y por la indignante osadía del Gobierno, comparando, por boca de su vicepresidente primera y por la portavoz socialista, la espléndida financiación catalana con las mezquinas ayudas a las provincias más despobladas y necesitadas.

La pacífica protesta de los llegados de la «España Vaciada», con esta foto en la Carrera de San Jerónimo –tierna estampa del desamparo y el abandono–, no pasa de ser un reflejo lejano de aquella histórica revuelta comunera. Nada que ver con los aguerridos Padilla, Bravo y Maldonado, el obispo Acuña y la valerosa María Pacheco. Pero hay algo en lo que coinciden: el profundo malestar con los gobernantes y la sensación popular de injusticia y «desamor». El joven e inexperto Carlos I ni siquiera hablaba castellano cuando llegó rodeado de una corte flamenca exigiendo más impuestos para su coronación imperial. En esto le pasaba como a Sánchez: más impuestos, más gasto y más boato personal. El concierto o soberanía fiscal para Cataluña, a costa de los demás, como razón principal para mantenerse en el poder, levanta una ola de indignación y de agravio comparativo. Las comunidades, incluidas las gobernadas por el PSOE, andan soliviantadas. ¡Ahí está en cabeza Don Page de la Mancha! En el Partido Popular los «barones» –«todos, a una»– cierran filas con Feijóo sin dejarse seducir por el presidente Sánchez, acostumbrado a comprar voluntades con dinero público.

El pasquín citado, de cuando los comuneros, puede aplicarse, sin forzar mucho su sentido, al momento presente. Donde dice Castilla habrá que poner España, que sufre hoy estar «gobernada por los que no le tienen amor». O sea, los separatistas vascos y catalanes. La acción política de estos consiste en romper en pedazos el noble Reino de España, y el Gobierno está en sus manos. A cambio de sostener a Sánchez, las regiones más prósperas exigen un trato económico especial, privilegiado, y al Gobierno le parece bien. Como contraste, cinco representantes de la «España Vaciada» se presentan en Madrid, delante del Congreso de los Diputados, decepcionados, soñando quizás con una nueva revuelta comunera.