
Las correcciones
Sánchez, a ciegas
Hasta que no sepamos las causas del apagón masivo nadie puede garantizar que no vaya a ocurrir otro
El lunes 28 de abril a las 12:30 hora de Londres (13:30 en España), recibí el primer whatsapp de mi hermana Pilar preguntando si todo el mundo estaba bien. Me extrañó. Y al segundo añadió: «con el apagón». En un primer momento pensé que se trataba de una interrupción localizada en Barcelona. Desgraciadamente no son una rareza. La herencia del procés (me digo). Me conecté rápidamente a LaRazon.es y cuál fue mi sorpresa al ver que se trataba de un apagón masivo que afectaba a toda la Península Ibérica, España y Portugal. Encendí la televisión y puse la BBC, pero hablaban de Gaza, así que cogí el móvil y me puse a escuchar Onda Cero. No daba crédito. La cuarta economía del euro, colapsada. Llamé a mi madre, silencio. A las 12:59 horas escribe en el chat familiar mi sobrino Carlos: «probando Internet». En su empresa tienen generadores y ha podido recuperar la conexión. Geolocaliza a mis padres y nos dice que el teléfono les sitúa en Mercadona (no me extraña). ¿Estarán atrapados en el ascensor? Salgo a recoger a mis hijas al colegio y me cruzo con Pepa, una madre española. ¿Has sabido algo de tu familia? De mis padres no, le contesto. ¿Y los tuyos? Sé que están bien, me dice. Le hago la misma pregunta a otra española, Cristina. Me responde que en su casa está todo en orden. Me alegro. Nos sorprende la escala del apagón y especulamos sobre las causas. ¿Putin? No es la hipótesis más probable. Cristina dice que ha podido ser por un desacople de la energía solar y un fallo en cadena. Tiene sentido. Pero son las 15:30 horas y no tenemos una versión oficial de lo ocurrido. Tampoco ha comparecido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Un país paralizado y un presidente desaparecido. Inaudito. La Comisión Europea, sin embargo, sí emite un comunicado y desmiente las informaciones que apuntan a un sabotaje. Mi hermana Sofía escribe a las 17:15 horas que mis padres están bien. Menudo alivio. Les llamo, pero siguen sin contestar. A mi hermano Jorge lo ha pillado en Madrid, sin hotel. Le digo que vaya andando a la casa de otro hermano Miguel que vive en Chamartín.
Me pongo a hablar con Sarita, una madre brasileña. Me dice que en su país los apagones eran frecuentes en su niñez. No sé cómo decirle –sin sonar a superioridad eurocentrista– que en España estos cortes son completamente excepcionales (o deberían serlo). Hablamos de la importancia del civismo. Los españoles están siendo un ejemplo en esta jornada de caos generalizado. No hay desorden público ni saqueos. Sánchez, sin embargo, tarda seis horas en comparecer. No da explicaciones. Hay que esperar al día siguiente para que Red Eléctrica descarte un ciberataque. A las 24 horas, Sánchez sale por tercera vez. Pide prudencia y no precipitarse en la búsqueda de culpables pero él ya tiene uno, las eléctricas. Es curioso que señale a los operadores sin una versión oficial de lo ocurrido.
Han pasado ya cinco días y seguimos igual. El Gobierno continúa a ciegas mientras los medios nacionales e internacionales destapan las debilidades de nuestro sistema eléctrico. Hasta que no sepamos las causas nadie puede garantizar que no vaya a ocurrir otro fundido en negro. Ni Beatriz Corredor, por muy lista que sea para haber llegado a presidenta de Red Eléctrica Española sin ser una experta en energía.
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