Los puntos sobre las íes
Sánchez y ETA, más amigos que nunca
Ir a las urnas mascullando «¡que te vote Txapote!» se ha convertido en un deber moral
La mayor vesania de Pedro Sánchez, y fíjense que el nivel está en la estratosfera, es su pacto con esa repugnante ETA representada en las instituciones por la no menos repugnante Bildu. Que no les suelto una hipérbole lo certifica el incontrovertible hecho de que esta tapadera llamada partido político está dirigida por Otegi, histórico capo di tutti capi de la banda terrorista, y por David Pla, último número 1 antes de que decidieran abandonar –que no entregar– las armas y dejar de matar –que no de amenazar, apalear y extorsionar–. Es lo que siempre he dado en llamar el pecado original de este presidente del Gobierno. La memoria es frágil, y más en este tiempo de sobreinformación, pero no tanto como para que nos convenga olvidar que Sánchez arrebató el poder a un Rajoy que le había sacado 52 escaños de diferencia gracias, entre otros, al «sí» de Bildu. Favorcete que nuestro protagonista agradeció nada más terminar la votación de aquel infausto 1 de junio de 2018 dando las gracias a la bilduetarra Marian Beitialarrangoitia en la mismísima cafetería del Congreso. Igual de vomitivo que todo lo que vendría después. Vomitivo en singular, ETA ha asesinado a 12 socialistas, vomitivo en plural, la banda se ha cobrado en total la vida de 856 españoles. Por no hablar de los huérfanos, los viudos y las viudas que dejaron por el camino. Uno de los hitos de este inmoral camino lo representó aquel «lo lamento profundamente» con el que Sánchez reaccionó en 2020 al suicidio de Igor González Sola, un etarra que cumplía 20 años de prisión en Martutene. Unas palabras que jamás le hemos escuchado para referirse a quienes ETA segó la existencia: policías, guardias civiles, militares, funcionarios e incluso niños. Su miseria moral no terminó ahí. Ni muchísimo menos. En mi tierra, Navarra, forjó un acuerdo de legislatura con Bildu para que su correligionaria María Chivite gobernase pese a haber perdido por goleada. Esta carrera del mal ha continuado con el acercamiento del 99,9% de los etarras encerrados en cárceles de fuera del País Vasco y Navarra quebrando, por cierto, esa maravillosa doctrina de la dispersión de Felipe González. La humillación nivel dios a las víctimas llegó el verano pasado con el traslado a su tierra de Txapote, asesino de Goyo Ordóñez, los socialistas Múgica y Buesa, nuestro compañero López de la Lacalle, dos guardias civiles y de Miguel Ángel Blanco a cañón tocante tras 72 horas de secuestro. Otro victimario que está en el País Vasco descongojándose de sus víctimas es Henri Parot, condenado por 41 asesinatos pero seguro autor de otros 40 que se dice pronto. La guinda a este ignominioso pastel llegó ayer con el acercamiento de la mujer de Txapote, Irantzu Gallastegi, y otros cuatro pistoleros. El penúltimo regalo de Sánchez a sus amigos. La única que aún no está en el País Vasco es Natividad Jáuregui, conocida por su afición a las mariscadas. Que el sanchismo y el terrorismo etarra van más de la manita que nunca lo ratifica no sólo este acercamiento sino otra noticia que conocimos igualmente ayer. El Instituto de Bellreguard, un municipio costero de Valencia, ha confeccionado un mural dedicado a Fermín Muguruza, el malnacido cantante de Kortatu y director de Black is Beltza II: Ainhoa, una película homenaje a dos terroristas. Un asco en cualquier caso pero un asco elevado al cubo si tenemos en cuenta que el alcalde del municipio y quien ha permitido semejante infamia es el socialista Joan Marco. Ir a las urnas mascullando «¡que te vote Txapote!» se ha convertido en un deber moral.
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