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Al portador

Sánchez, por la senda del ridículo hacia un éxito dudoso

Aunque Trump es indefendible y también Putin, ni lo uno ni lo otro apaga incendios, ni reduce la deuda, ni mejora la vida

François de la Rochefoucauld (1613-1680), en una de sus «Máximas» afirma que «nunca somos tan ridículos por lo que somos como por lo que pretendemos ser». Pedro Sánchez ha pretendido ser –y pretende– un líder en la lucha contra el cambio climático y también todo un referente del anti-trumpismo. El que ambas posturas lo hayan dejado, en las últimas semanas, al borde del ridículo no parece importarle. Espera sacar réditos de su posición. Es dudoso que su ecologismo de salón, tras un verano de incendios, le reporte dividendos electorales, pero quizá le ocurre como en el cuento de Andersen (1805-1875) «El traje nuevo del emperador», en donde solo un niño es capaz de decir «¡El rey está desnudo!» Los principales asesores sanchistas deben saberlo, pero acaso no se atreven a decírselo. Iván Redondo, que fue protoasesor sanchista, acaba de escribir, que «la ayuda no se pide, se ofrece». Sánchez plantea, contra los incendios, un gran pacto por el clima. Si, como parece, el origen de la gran mayoría de los fuegos que asolan una parte del país –es un detalle– ha sido provocado, el cambio climático, que existir existe y es evidente, ha podido complicar las cosas, pero no es el primer responsable. El fracaso de las políticas de Transición Ecológica aplicadas por la ex-vice, ahora vice europea, Teresa Ribera, es evidente, sin olvidar que también hace el ridículo al defender la energía nuclear en Europa tras denostarla en España.

El presidente, que ha tenido que salir de La Mareta a rastras y de manera fugaz mientras parte de España se quemaba, también ha vuelto a hacer un papelón en el escenario mundial. Siempre soñó, porque alguna vez lo dijo, con una carrera brillante en los organismos internacionales. Ya no es posible y eso sí que lo sabe. Ayer, los principales líderes europeos respaldaron a Zelensky ante Trump. Una vez más –y van unas cuantas en pocos días– no contaron con Sánchez. Sus reticencias a gastar más en defensa, su amistad con los líderes radicales iberoamericanos y el que para Trump sea insignificante le vuelven a pasar factura. El inquilino de La Moncloa, sin embargo cree que todo eso, pero sobre todo su rechazo al presidente americano, aunque España no cuente en la escena internacional y suponga un ridículo, le beneficia ante su clientela, igual que sus proclamas ecologistas. No obstante, aunque Trump es indefendible y también Putin, ni lo uno ni lo otro apaga incendios, ni reduce la deuda, ni mejora la vida, pero, claro, «nunca somos tan ridículos por lo que somos como por lo que pretendemos ser», decía La Rochefoucauld.