
Editorial
El sanchismo entra en prisión; elecciones, ya
Fue incapaz de rebatir el peso de una causa robusta que lo asfixia. Veremos si como sucedió con Aldama, se replantea ahora este camino sin retorno
Hay que poner en contexto el penúltimo episodio de la corrupción sanchista que se produjo ayer en el Tribunal Supremo. Hasta hace dos semanas, Santos Cerdán era el dirigente más importante y de mayor poder del PSOE a excepción hecha de Pedro Sánchez. Todos en el Gobierno ponían la mano en el fuego por él. El resto era la fachosfera, los bulos y el fango. Era tal la confianza y la cercanía, labradas por un vínculo personal y político de años de complicidades e intereses compartidos, que el presidente y secretario general del partido le había encomendado las operaciones más delicadas destinadas a lo único que le ha importado en su peripecia pública que ha sido el poder. La lealtad mutua había sido puesta a prueba en el tortuoso tránsito que lo sacó y lo mandó de vuelta al liderazgo absoluto del socialismo. Santos Cerdán hablaba por boca de Pedro Sánchez y todos en el partido y, por supuesto, fuera de él, lo sabían sin el más mínimo espacio a la duda. Así que no parece una exageración, hipérbole o desproporción aseverar que, con la mano derecha y la izquierda del jefe del Ejecutivo, el que entró ayer en la cárcel fue el sanchismo al completo y todo lo que representa. El Tribunal Supremo ordenó el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza del ex secretario de Organización del PSOE por la presunta trama de cobro de comisiones a cambio de obra pública que se investiga en el «caso Koldo», atribuyéndole delitos de organización criminal, cohecho y tráfico de influencias. El magistrado Leopoldo Puente destacó que «los consistentes indicios de criminalidad obrantes en las actuaciones apuntan en la dirección de que era, precisamente, el Sr. Cerdán León quien se encargaba de reclamar a las constructoras indebidamente favorecidas por las adjudicadas las cantidades adeudadas, las recaudaba y las hacia llegar después a los Sres. Ábalos y García». En este punto, hay que ponderar que la Fiscalía Anticorrupción y las acusaciones habían solicitado la cárcel sin fianza al apreciar riesgo de fuga y de destrucción de pruebas. Santos Cerdán llegó al Tribunal Supremo convencido de que una buena estrategia de defensa era la de presentarse como víctima de una persecución política por haber prestado sus servicios a un gobierno progresista como autor de los pactos con el PNV y Bildu, y negar de paso los audios y los mensajes incriminatorios. Alguien lo asesoró mal y él lo interpretó peor. El caso es que fue incapaz de rebatir el peso de una causa robusta que lo asfixia. Veremos si como sucedió con Aldama, se replantea ahora este camino sin retorno. Nada aguardamos de Pedro Sánchez. Tampoco ayer alteró su rictus político, decidido a seguir atrincherado hasta el final. Que no existan cuatro votos de ese frente de la investidura con una brizna de dignidad para dar la voz al pueblo en unas elecciones es una felonía que definirá al grupo de por vida.
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