Tribuna
Simbiosis Universidad-empresa: lo que falta
Es imprescindible desarrollar una ley de mecenazgo/filantropía con incentivos fiscales y seguridad jurídica, y establecer diálogos empresa-universidad para limar desconfianzas mutuas o incomprensiones
Que las universidades españolas reciban financiación pública no está reñido con que reciban apoyo filantrópico. Mientras que el primero es la base del sistema universitario público, el segundo puede complementar y dar ventajas estratégicas a las universidades, siempre sin perder la autonomía universitaria que es irrenunciable.
El gran matemático, visionario, inversor y filántropo estadounidense Jim Simons, recientemente fallecido, ha sido, junto a su esposa Marilyn, un gran apoyo para varias universidades y centros de investigación. Los ha financiado con muchos millones de dólares. Hace poco más de una década el Comedor del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en Estados Unidos, se bautizó como Simons Hall, en honor a ellos. La conocida Universidad de Stony Brook en Nueva York tiene un centro puntero en geometría y física, que también lleva el nombre Simons. El propio Simons fue catedrático en Stony Brook antes de fundar el Fondo Renaissance Technologies, con el que consiguió una fortuna. Los Simon han contribuido generosamente a numerosas causas en beneficio de la sociedad y la investigación.
También gracias a la filantropía se pueden crear «Cátedras Dotadas» - las famosas «Endowed Chairs» de Estados Unidos - que son de duración permanente y están financiadas parcial o totalmente por entidades privadas o filántropos. Sirven para atraer y retener a los catedráticos más distinguidos y es habitual lleven el nombre del donante. La Universidad de Texas en Austin, que es una importante universidad americana, tiene varias. Ello les ha permitido contratar a algunos de los mejores matemáticos del mundo, como Luis Caffarelli, de origen argentino. Caffarelli ha recibido los premios Wolf, Shaw y Abel, y fue catedrático en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton antes de incorporarse a la Universidad de Texas. Allí ha ocupado la Sid W. Richardson Foundation Regents Chair in Mathematics #1. En España, hasta donde yo sé, no existen este tipo de cátedras, en las universidades públicas por lo menos; o si hay alguna imagino será en una situación muy específica. Lo que si tenemos son «Cátedras de Excelencia», de carácter temporal, y que han servido a centros como la Universidad Carlos III de Madrid, para atraer a profesores visitantes de prestigio; se han financiado con contribuciones de compañías como Airbus, Telefónica, Banco Santander o BBVA. Pero son casos especiales.
Con apoyo filantrópico se pueden financiar becas para estudiantes, permisos sabáticos para profesores, ciclos de coloquios etc. Cuando fui profesor en la Universidad de Washington en St Louis, que es una universidad americana privada de élite donde cursar un año se acerca a los cien mil dólares (entre coste de matrícula, tasas, alojamiento etc previo a recibir becas y otros apoyos económicos que la universidad ofrece), organizábamos las «William H. Roever Lectures», que nos permitían invitar a investigadores distinguidos a dar conferencias. Se fundaron en 1982 con el apoyo de los hijos (y familia) de quien las da nombre como tributo memorial permanente a su padre.
Aprovecho para comentar que el carácter publico o privado de una universidad no es necesariamente reflejo de su calidad, hay que analizar cada caso: Stanford y Harvard son privadas y extraordinariamente prestigiosas. En España la prevalencia histórica de calidad la tienen muy merecidamente las públicas, pero las hay privadas de excelente reputación docente o investigadora (o ambas) como se puede apreciar por su éxito en convocatorias de becas competitivas como las Juan de la Cierva, el prestigio de sus profesores, o el posicionamiento de sus estudiantes en puestos empresariales destacados.
Además de la filantropía, es importante que las universidades estrechen lazos con el sector privado, sobre todo con empresas cuyos fines estén ligados a la investigación. Por ejemplo, una consultoría tecnológica puede beneficiarse de colaborar con profesores que estén al tanto de los últimos avances en inteligencia artificial.
A día de hoy existen colaboraciones empresa-universidad a través de formatos como «Cátedras Extraordinarias»; que no se deben confundir con ser Catedrático, ni con las Cátedras Dotadas o de Excelencia. Son grosso modo grupos de trabajo, dirigidos por un profesor o catedrático, donde empresas aportan fondos a proyectos universitarios. Suelen estar financiadas modestamente.
¿Por qué tenemos poca filantropía universitaria y los lazos empresa-universidad son escasos? La mayoría del tejido empresarial español lo forman PYMES que por su tamaño no están en posición de contribuir en este sentido. Y las multinacionales suelen tener sus departamentos de investigación. Visto lo visto, ¿cómo incentivamos a estas últimas? En mi opinión es imprescindible desarrollar una ley de mecenazgo/filantropía con incentivos fiscales y seguridad jurídica, y establecer diálogos empresa-universidad para limar desconfianzas mutuas o incomprensiones. Para ello se necesitan gestiones de alto nivel, con interlocutores en los gobiernos (locales, autonómicos y nacional), las empresas y la universidad. Por último, las universidades tienen que ser proactivas en contactar potenciales filántropos. Buscando el beneficio de todas las partes llegaremos lejos.
*Gracias a Francisco Marcellán (Universidad Carlos III de Madrid) por compartir conmigo sus conocimientos sobre el tema del artículo.
Álvaro Pelayo, de la Real Academia de Ciencias de España. Catedrático y Vicedecano en la facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid. Previamente Catedrático en la Universidad de California, San Diego.