El buen salvaje

¿Un sindicato en lugar de lorazepam? Deme una receta

Queremos reuniones feministas, gimnasios y sindicatos veinticuatro horas, como si fueran la parroquia del padre Ángel en Chueca, pues no son más yonquis los que se acercan por allí de madrugada que la media España que se medica

No sé por dónde tomarlo. Si comparamos un lorazepam con un sindicato, me pregunto si se necesitará también receta para entrar en un cargo de la UGT, además del correspondiente enfuche. Creo que sería necesario la dispensa médica. No se entendería que se vaya a la botica y te pongan la cara colorada por pedir un ibuprofeno de los guays y, sin embargo, haya tantas facilidades para ser un liberado sindical.

Perdonen. Estoy así porque no he tomado mi dosis diaria de orfidal. La he cambiado por una reunión feminista seguida de una sesión de ejercicio continuo combinando alta y baja intensidad, todo ello con las zapatillas Nike de Milei. Ha sido terrorífico. Ahora, en lugar de una pastilla, necesito dos. Llego a la conclusión de que como chiste estaba bien (cambiar los lorazepanes por reuniones sindicales) pero, ¿receta en serio nuestra izquierda sindicatos a los que apenas tienen fuerza para levantarse de la cama para llegar al blíster de antidepresivos? Hacer el ridículo no importa (bueno, siempre importa) cuando no afecta a la salud de los oyentes, pero están jugando con nuestras mentes enfermas. Por su culpa. En ocasiones veía muertos, ahora veo imbéciles.

Lo próximo será que prohíban el suicidio, como la Iglesia. Al cabo, se parecen cada vez más a una secta que promulga métodos pseudocientíficos para curar el cáncer. Unas hierbas. Se las pueden meter por donde el chiste areválico decía que las llevaba un homosexual a la consulta del médico. Muy políticamente incorrecto. Bingo.

Mezclan el poco respeto hacia los profesionales de la psiquiatría con esa idea de que todos los males de este mundo conducen al capitalismo. Uno solo puede volverse loco, llorar desesperadamente, gritar a la luna, si pertenece a una cadena de montaje. La izquierda, en realidad, quiere ser el padre Karras de «El Exorcista», mucho ajo, «en la piedra de machacar ajo machacaba mi niña los ajos, ajos de machacar piedra, piedra de machacar ajos», y así. Con el agua bendita de su buen rollo arreglan los males del mundo y se bañan en las playas que jamás desembocan en tormenta.

Queremos reuniones feministas, gimnasios y sindicatos veinticuatro horas, como si fueran la parroquia del padre Ángel en Chueca, pues no son más yonquis los que se acercan por allí de madrugada que la media España que se medica. Vivimos drogados, sí, aunque la metadona que proponen es agua de rosas, placebo comunista, nada. Un chute de nada.