Letras líquidas

Starmer y Bridget Jones

Agotados del histrionismo político, se impone Starmer que se define como aburrido

Aunque tendremos que esperar a noviembre para despejar la gran incógnita de la catarata electoral que nos trae 2024, o sea, quién ocupará la Casa Blanca, es julio y ya vamos resolviendo algunas de las incertidumbres demoscópicas. Conocemos el veredicto de los europeos sobre su Parlamento y las piezas de su tetris institucional se van encajando, Francia ha anticipado en las legislativas el caos que se auguraba para 2027 y Reino Unido ha puesto fin a 14 años de gestión «torie». Y lo ha hecho con contundencia, señalando un cambio de ciclo, o más bien, la demolición de una era. El evidente apoyo al laborismo, aunque no ha llegado a la intensidad de las victorias de Tony Blair, supone un giro de los habituales: el péndulo ideológico de los votantes se mueve de lado a lado, en este caso de la derecha hacia la izquierda, pero con un matiz más. El movimiento se entiende también en otra clave que empieza a ser analizada por los medios británicos e internacionales como medidor de la dimensión de la derrota de Sunak: el hartazgo de una sociedad tensionada desde hace una década y exhausta de gestos, excesos y poses. Agotados del histrionismo político, se impone Starmer que se define como aburrido. El «Sunday Times» llegó a publicar que el primer ministro había sido la inspiración para crear a Mark Darcy, el abogado serio y calmado que conquista a Bridget Jones en la primera de sus películas, y aunque la autora asegura que no le conocía cuando creó a su personaje, lo cierto es que la comparación refleja de modo muy gráfico el perfil hacia el que se mueven los votantes. Frente a exageraciones de «performances» y eslóganes, apuestan por un representante discreto, correcto y cuya máxima aspiración es no llamar la atención en un alarde de pragmatismo tan atípico como necesario que nos lleva a plantearnos si la veterana democracia británica será la pionera en poner de moda otro ritmo más pausado o si los sistemas occidentales seguirán en la duda de si les convienen las políticas populistas de fuegos artificiales. Al más puro estilo Bridget Jones.