Opinión
Tres Jueves hay en el año…
El Corpus es el Misterio central de la fe de los cristianos: la absoluta creencia de que la Sagrada Eucaristía no es un «símbolo», un «signo» o un mero «recuerdo» de la Última Cena celebrada la noche del Jueves Santo
«Tres Jueves hay en el año que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión». Así se cantaba antes del pasado Concilio, cuando el calendario litúrgico tenía esas grandes fiestas en jueves. Ahora la celebración del Corpus se mantiene ese día en algunas localidades por su tradición e historia –Toledo y Granada entre otras, acompañada de hermosas procesiones– siendo la norma general trasladarla al domingo siguiente, como hoy.
El Corpus es el Misterio central de la fe de los cristianos: la absoluta creencia de que la Sagrada Eucaristía no es un «símbolo», un «signo» o un mero «recuerdo» de la Última Cena celebrada la noche del Jueves Santo, sino la actualización del sacrificio redentor de Cristo, haciéndolo continuamente presente para asociar y hacer partícipe de él a la comunidad cristiana. Es creer firmemente que el sacerdote, al pronunciar las palabras de la consagración dichas por Jesús en la Última Cena invocando la bendición del Espíritu Santo, realiza la conversión de las especies del pan y del vino, que conservan su apariencia, en el Cuerpo, Sangre, alma y divinidad de Jesucristo mediante el fenómeno denominado «transubstanciación».
Santo Tomás de Aquino, religioso dominico, filósofo y teólogo del siglo XIII, conocido como el Doctor Angélico, fue proclamado por el Papa Pio XI como el «Doctor Eucarístico» por su enseñanza sobre el tema. Su «Adoro te Devote» (Te adoro con devoción) es la oración eucarística por excelencia. En ella sintetiza maravillosamente dicho Misterio, consiguiendo que la razón humana, iluminada místicamente con la luz de la fe, lo exprese incluso poéticamente: «Ante Ti se equivocan la vista, el gusto y el tacto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad…». Y prosigue: «En la Cruz se escondía solo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad, sin embargo creo y confieso ambas cosas…».
Es tan evidente que la razón, valiéndose únicamente de sí misma, sería incapaz de comprender y aceptar este gran Misterio, que la Providencia Divina ha venido en innumerables ocasiones a confirmar la fe, mediante los denominados «milagros eucarísticos», como los italianos de Lanciano, Bolsena o Casia, en los que quedó científicamente acreditada la presencia de carne y sangre humana. En España tenemos el de los Corporales de Daroca, o el singular de los tres peces de Alboraya (Valencia). En este último quedó patente la presencia del Santísimo Sacramento en las tres hostias consagradas caídas al río y mantenidas intactas en la boca de los peces, presencia ante la que se rinde toda la creación.
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