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El Papa evita abrir la puerta a que hombres casados ejerzan como sacerdotes

La decisión se recoge en la exhortación apostólica “Querida Amazonia”

Pope Francis' weekly General Audience
Pope Francis' weekly General AudienceMAURIZIO BRAMBATTIEFE

El Papa ha rechazado la posibilidad de que hombres casados puedan ejercer como sacerdotes. El tema había sido propuesto por los propios obispos en el pasado Sínodo sobre la Amazonia, como una respuesta ante la falta de curas en algunas zonas remotas de esta región. Sin embargo, Francisco ha hecho una defensa de los hombres consagrados como los únicos autorizados para presidir la Eucaristía.

La respuesta se produce en la exhortación apostólica “Querida Amazonia”, publicada este miércoles, en la que el Pontífice recoge precisamente las reflexiones del Sínodo. El asunto había monopolizado la atención mediática, por lo que se esperaba una reflexión profunda del Papa. Tras las sugerencias de los obispos de la cuenca amazónica se esperaba una apertura en este sentido, pero finalmente no ha sido así.

El documento concluye que “la respuesta está en el sacramento del orden sagrado, que lo configura con Cristo sacerdote. Y la primera conclusión es que ese carácter exclusivo recibido en el orden, lo capacita sólo a él para presidir la eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable”.

El Papa añade que esto no excluye que laicos y religiosas aumenten su contribución en la vida religiosa de las comunidades, incluso aumentando el ejercicio de sus funciones y celebrando “algunos sacramentos”, pero nunca sustituyendo al sacerdote en la misa. Y ante la ausencia que puede haber de estos en algunas zonas, en las que crecen además las confesiones evangelistas, Bergoglio pide a los obispos que promuevan las vocaciones sacerdotales y la vocación misionera de los curas para que haya más candidatos a trasladarse a estas regiones.

Las mujeres también tendrían un mayor espacio en el enriquecimiento de la vida religiosa que defiende el Pontífice en la Amazonia. Pero tampoco queda recogida la posibilidad de que se conviertan en diaconisas o de que asuman mayor responsabilidad en la toma de decisiones de la Iglesia. “Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al orden sagrado”, responde Francisco. Su propuesta es que tengan más protagonismo, pero en una posición complementaria -no igual- a la del hombre.

La apertura del sacerdocio a hombres casados, como proponía el Sínodo, había despertado una gran preocupación entre los sectores más conservadores, críticos con Francisco. Sobre todo, después de que la Iglesia alemana siguiera esta línea y abriera un Sínodo propio, en el que se debatiría esta opción y la posibilidad de que las mujeres ocuparan un papel similar al de los hombres.

El caso más sonado fue el del libro recientemente publicado por el cardenal guineano Robert Sarah, en el que hacía una defensa encendida del celibato, contando con el

apoyo de Benedicto XVI. Finalmente se retiró la firma del Papa emérito, pero su apoyo se interpretó como un espaldarazo a estas posturas.

En la exhortación apostólica también se recoge una defensa de los pueblos indígenas, del ecologismo o de la sociedad consumista. Sin embargo, estas cuestiones han quedado eclipsadas por los otros temas, más espinosos para la Iglesia.