Sociedad

Caso McCarrick

Así engañó el ex cardenal pederasta a Juan Pablo II

El purpurado defenestrado por Francisco consiguió ganarse la amistad del Papa polaco que le llevó a “dar créditos a sus mentiras”

Juan Pablo II con el cardenal Theodore McCarrick.
Juan Pablo II con el cardenal Theodore McCarrick.La Razón

El Vaticano ha levantado las alfombras del caso de pederastia eclesial más mediático hasta la fecha. A través de un informe de más de 450 páginas, la Santa Sede ahonda en la cadena de errores que llevaron al estadounidense Theodoro McCarrick, que en la actualidad tiene 90 años, a llevar una carrera meteórica que le convertiría en cardenal y arzobispo de Washington en paralelo a un reguero de abusos sexuales a adultos y menores. Un lobo vestido de púrpura que presumía de su amistad con Juan Pablo II y logró engañar a todos los papas del siglo XX, desde que Pablo VI le nombrara obispo auxiliar de Nueva York hasta que se topó con Benedicto XVI y Francisco, que le retiró la birreta y le expulsó del sacerdocio.

La investigación elaborada por la Secretaría de Estado en estos dos últimos años a petición del Papa argentino repasa la trayectoria de McCarrick y se detiene en la cadena de errores que se cometieron a lo largo de las décadas, tanto en Estados Unidos como en Roma. ¿Qué falló? ¿Miraron los Pontífices para otro lado? ¿Qué sabía Karol Wojtyla del lado oscuro del purpurado?

Juan Pablo II con el cardenal Theodore McCarrick.
Juan Pablo II con el cardenal Theodore McCarrick.La Razón

El informe determina que los obispos norteamericanos ofrecieron datos “incompletos” e inexactos al Papa polaco. “Estas informaciones inexactas parecen haber influido las conclusiones de los consejeros del Papa Juan Pablo II y por tanto también del mismo Juan Pablo II”, apunta la Santa Sede. Otras voces disonantes, se perdieron por el camino, como los intentos del que fuera cardenal arzobispo de Nueva York, John O’Connor, que llegó a notificar las acusaciones al nuncio que acabarían remitiéndose a Roma. Serían estas verdades a medias, o completas mentiras, las que le llevaron al Pontífice a autorizar el ascenso de McCarrick desde la diócesis de Newark a la de Washington en noviembre de 2000.

A la luz de lo revelado, cabe pensar en el ahora ex cardenal como un hombre con una inteligencia supina para justificar su comportamiento criminal que le llevó a establecer una red de encubrimientos y mentiras. Se silenciaron las denuncias contra él -la primera databa de junio de 1987 por parte de un sacerdote- y se llegó incluso a justificar en foros eclesiales su conducta argumentando que cometió los abusos “en secreto” y que nunca llegaba a consumar sus relaciones.

Su poder ascendente podría haberle permitido coaccionar tanto a sus víctimas como a quienes llegaran a conocer sus delitos, no de forma descarada y evidente a golpe de talonario, sino a través de lo que el propio informe denomina como diplomacia ‘soft’.

Tanto es así que el propio McCarrick no tenía problema alguno en rebatir todas las acusaciones que se vertían contra él. Es más, tal y como se recoge en el nuevo informe llegó a escribir una carta a Juan Pablo II, a través de su secretario Stanislao Dziwisz, en el que se declaraba inocente, defendiendo que nunca mantuvo relaciones sexuales “con ninguna persona, fuera hombre o mujer, joven o viejo, clérigo o laico”.

En este contexto, el Papa le respaldó puesto que le conocía de lejos y cómo recoge la investigación, de su “pasada experiencia” como pastor en Polonia, vio en primera persona como McCarrick era un firme defensor de “falsas acusaciones contra obispos para minar el papel de la Iglesia”. Todo esto, concluye el nuevo estudio vaticano, le llevó a Wojtyla a “dar crédito a las mentiras d McCarrick”.