JMJ

«No queremos vencer el odio con más odio, nuestra respuesta al mundo en guerra se llama fraternidad»

El Papa Francisco pide a los jóvenes que rompan la espiral de violencia del mundo de hoy y les invita a abandonar las «comodidad del sofá» para ser protagonistas de la historia

El Papa junto a los jóvenes con los que cruzó la Puerta Santa
El Papa junto a los jóvenes con los que cruzó la Puerta Santalarazon

El Papa Francisco pide a los jóvenes que rompan la espiral de violencia del mundo de hoy y les invita a abandonar las «comodidad del sofá» para ser protagonistas de la historia

Unos 20 kilómetros tuvieron que recorrer el millón y medio de jóvenes que participaron en la vigilia de oración con el Papa Francisco en la tarde de ayer. El Campus Misericordiae albergó este encuentro lleno de música y testimonios. La Vigilia es, junto a la misa de clausura que se celebra esta mañana, los dos actos centrales de la Jornada Mundial de la Juventud.

Sin embargo, ni el calor sofocante, ni la necesidad de atravesar caminos difíciles en medio del campo ni la estricta seguridad hicieron perder la paciencia a los jóvenes que, haciendo gala de su entusiasmo y ganas de disfrutar, consiguieron alcanzar los sectores asignados a cada uno de ellos. Antes, Francisco acudió a la Iglesia de San Francisco, donde pidió por el fin de la violencia y para que los terroristas reconozcan sus erradas acciones.

En esta iglesia se veneran las reliquias de dos mártires franciscanos, Zbigniew Strzalkowski y Michal Tomaszek, asesinados el 9 agosto 1991 en Perú, por Sendero luminoso. «Dador de la vida, te pedimos también por todos los que han muerto, víctimas de los brutales ataques terroristas. Concédeles la recompensa y la alegría eternas», dijo en la oración que pronunció y en la que también pidió a Dios mover «los corazones de los terroristas para que reconozcan la maldad de sus acciones y vuelvan a la senda de la paz y el bien, el respeto por la vida y la dignidad de cada ser humano, independientemente de su religión, origen o status social».

En la Vigilia Francisco pronunció una homilía fuerte y cariñosa al mismo tiempo, llena de guiños a los jóvenes con un mensaje de fraternidad frente a las guerras y las dificultades actuales y advirtiéndoles contra el peligro de paralizarse y acomodarse.

Su discurso giró en torno a los testimonios que se escucharon antes y en el que se plantearon temas como la guerra, los conflictos o el perdón.

«Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos “hijos” de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra», afirmó.

Francisco les pidió ser conscientes de que «el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene cercanía».

«Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como el valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país», aseguró.

En estas situaciones, «sentimos la invitación a involucrarnos», dijo al tiempo que los invitó a rezar «por el sufrimiento de tantas víctimas fruto de la guerra», por «tantas familias de la amada Siria y de otras partes del mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado».

El Papa también subrayó que los católicos «no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. El cristiano, dijo, responde de una manera distinta: con «fraternidad, hermandad, comunión con familia».

Como hiciera en su día Juan Pablo II, Francisco exhortó a los jóvenes a no tener miedo y a no quedar «paralizados». «Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida».

Sin embargo, es de la opinión de que existe todavía una parálisis «más peligrosa» que la anterior y que es difícil de identificar: la comodidad. «Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde “felicidad” con un sofá», es decir, «creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá-canapé».

Francisco con un lenguaje claramente juvenil, explicó que se trata de un sofá «como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos, que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora».

Con esta parálisis «poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros».

La verdad es que «no vinimos a este mundo a “vegetar”, a pasarlo cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella”, advirtió con rostro serio.

Bergoglio también señaló que «es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad».

Como revulsivo ante este tipo de vida propuso seguir a Jesús porque «es el Señor del riesgo» y para ir tras él «hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría».