Gestión
Sanidad empuja a los médicos a una gran revuelta por su torpeza
Suenan tambores de guerra y los médicos están a punto de estallar
Carolina Darias debería pedir a sus asesores informes sobre lo que ocurrió en 1995 en el Ministerio que hoy comanda, cuando lo regía una mujer de su mismo partido, Ángeles Amador. Aquel año una huelga convocada por la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) a la que guiaba con pulso firme el neurocirujano Carlos Amaya desató un temblor sísmico en primaria y hospitales que no sólo hizo tambalearse a Sanidad, sino a todo el Gobierno.
Es cierto que era la época de los estertores del felipismo y que el Ministerio gestionaba aún la Sanidad en numerosas comunidades a través del ya extinto Insalud, a diferencia de hoy, en donde todo está ya transferido. Pero nadie con memoria histórica duda de que aquella prolongada protesta despertó el enfado de los pacientes y fue uno de los factores que influyeron en el cambio de ciclo que culminó con la llegada de los populares al poder.
La historia, como decían Nietzsche y Shopenhauer, es cíclica, y existe la posibilidad de que termine repitiéndose. Después de 15 meses de pandemia, los sanitarios en general y los médicos en particular están exhaustos y, sobre todo, hastiados. A la falta de equipos de protección en la primera ola se ha sumado una sobrecarga de trabajo brutal ante la indiferencia de la mayor parte de las administraciones, que no de todas. Los despidos por Whatsapp y SMS de más de 3.000 profesionales que habían sido contratados como refuerzo contra la Covid en la Comunidad valenciana y la cerrazón del Ministerio de Sanidad con los MIR, a los que se les quiere imponer una elección de plaza a ciegas, son la gota que ha colmado el vaso de la paciencia. Suenan tambores de guerra y los médicos están a punto de estallar.
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