Comportamiento

Más contagioso que el catarro: ¿Por qué 'se pegan' los bostezos?

La ciencia tiene una serie de explicaciones sobre este curioso fenómeno por el que abrimos la boca al ver a otros hacerlo

Chica bostezando en la cama
Chica bostezando en la camaPEXELS (Miriam Alonso)

Ahora que nos encontramos en invierno, los días transcurren de forma más lenta y pesada, notablemente con muchas menos horas de luz solar. La falta de luminosidad, sumada a las fuertes bajadas en las temperaturas y a las precipitaciones, provocan que las personas sintamos mayor cansancio en el día a día. España, por suerte, dispone de muchas más horas de luz que la mayoría de nuestros vecinos europeos, pero es inevitable experimentar una bajada de ritmo durante esta estación.

Es normal, por puros factores biológicos, que en estas fechas nos sintamos con algo menos de energía o motivación, pero las personas no somos como los animales que hibernan, y debemos seguir continuar igual que siempre. En nuestra cultura, así como en muchas otras, bostezar está considerado un gesto de mala educación o de pereza, especialmente si se hace de forma exagerada y sin taparse la boca con la mano.

Se trata de una orden automática que envía nuestro cerebro cuando percibe que nos encontramos cansados. Pero como con otras necesidades corporales, por civismo y educación, desde pequeños se nos enseña a bostezar de forma comedida y a reprimirlo en la medida de lo posible. Sin embargo, cuando vemos a otra persona abriendo la boca, incluso en fotografías, se nos escapan los bostezos casi sin poder evitarlo.

Mujer bostezando
Mujer bostezandoPEXELS (George Milton)

Se trata de un acto reflejo, como una respuesta automática, una especie de contestación que nuestro cerebro está 'programado' para dar cuando vemos a otro bostezar en frente. Los motivos científicos que tratan de darle una explicación lógica son bastante curiosos, y han ido variando en el tiempo conforme las teorías se han ido demostrando o desmintiendo.

Más contagioso que el catarro: ¿Por qué 'se pegan' los bostezos?

Los bostezos son un fenómeno fascinante y más complejo de lo que podría parecernos en un primer momento. Son reflejos voluntarios que se observan no solo en la especie humana, sino también en muchos mamíferos, aves, algunos peces, anfibios y reptiles. De hecho, las mascotas pueden llegar a contagiar este gesto a sus dueños, y viceversa.

Aunque tradicionalmente se pensaba que los bostezos servían para aumentar el oxígeno en la sangre y eliminar el exceso de dióxido de carbono, esta hipótesis ha sido en gran parte descartada. La teoría más respaldada actualmente es la que asocia este gesto de abrir la boca y tomar aire con una necesidad de termorregulación, una forma de enfriar el cerebro rápidamente.

Varias investigaciones han demostrado que abrir la boca y tomar aire ayuda a reducir la temperatura cerebral, lo que mejora la función cognitiva. Además, el bostezo también incrementa el flujo sanguíneo al cerebro y promueve la ventilación de los senos paranasales, favoreciendo la disipación del calor. Pero esto no explica por qué es casi tan contagioso como un resfriado en inverno.

Gato bostezando
Gato bostezandoPEXELS (Serena Koi)

La contagiosidad del bostezo está relacionada con la actividad de las 'neuronas espejo', un grupo de neuronas que se activan tanto cuando realizamos una acción como cuando vemos a otro hacerlo. Esto sucede de forma automática, y resulta muy complicado tratar de reprimir el impulso de bostezar al ver a otro hacerlo. Además, se ha vinculado la contagiosidad del bostezo con la empatía y la conexión social.

Un estudio de la Universidad de Pisa encontró que las personas tienen más probabilidades de contagiarse de un bostezo si proviene de un amigo o familiar en lugar de un extraño. Esto sugiere que el bostezo contagioso es una forma inconsciente de sincronización social, reforzando vínculos entre individuos. A nivel cerebral, observar un bostezo activa en el cerebro distintas áreas relacionadas con la empatía y el comportamiento social.

De hecho, algunas personas con trastornos neurológicos como esquizofrenia o autismo pueden mostrar una menor tendencia a contagiarse de bostezos, lo que apoya la teoría de su relación con la empatía. Otras teorías también relacionan este gesto con el desarrollo del sistema nervioso central, ya que se ha observado incluso cómo los fetos también bostezan dentro del útero.