Cáritas

Cáritas al rescate: las peticiones de ayuda se disparan un 77 %

La ONG eclesial ha duplicado sus recursos frente a la nueva pobreza: uno de cada tres beneficiarios solicitan ayuda por primera vez

En la imagen, Samantha Pérez, una de las beneficiarias, acompañada por sus hermanas
En la imagen, Samantha Pérez, una de las beneficiarias, acompañada por sus hermanasJesús G. FeriaLa Razón

La pandemia social y económica que nace de la emergencia sanitaria ha llegado para quedarse. Es la advertencia que lanza Cáritas Española después de elaborar un estudio sobre el terreno en estos tres meses de coronavirus, que da forma al informe Foessa sobre la pobreza en nuestro país. «La irrupción demoledora de esta crisis humanitaria ha cambiado de forma radical el escenario», detalla Natalia Peiro, secretaria general de la entidad católica, con los datos en la mano. El número de demandas de ayuda que han recibido se ha incrementado un 77 por ciento desde que se inició el estado de alarma. Es más, la mitad de las delegaciones de la entidad eclesial ha visto cómo estas solicitudes se han duplicado desde que empezó.

Una de cada tres personas que se han acercado a Cáritas es la primera vez que demandaba ayuda de la institución o hacía más de un año que no acudía buscando ayuda. ¿El perfil? Cada vez más variado, aseguran, pero todos con un denominador común: víctimas de la precariedad laboral, del desempleo o que malvivían con la economía sumergida y de un día para otro se vieron sin un solo ingreso, sin poder pagar la hipoteca o el alquiler, sin poder llevarse nada a la boca.

Casa, comida e internet

Cáritas ha salido al rescate de todos ellos multiplicando por 2,7 el dinero invertido para cubrir las necesidades más básicas. Lo primero: casa y comida, si bien se han incrementado las peticiones vinculadas a la conexión a internet y al acceso a dispositivos electrónicos para tareas escolares. Tal ha sido la hecatombe vivida que la atención a los «sintecho» llegó a cotas inimaginables en la cuarentena, creando 1.300 plazas a las 5.000 ya existentes en centros de día, polideportivos, así como seminarios convertidos en albergues. «Estamos ante una crisis de emergencia habitacional que no queremos ver», asevera Guillermo Fernández, uno de los ingenieros del informe de Cáritas, convencido de que la pobreza severa se desborda «enormemente». «Llueve sobre mojado, el covid-19 solo ha multiplicado la gravedad», advierte sobre un sistema que necesita un vuelco. Sobre todo, porque, según el experto, la curva de salida de la crisis que el Gobierno dibuja en forma de «V» podría ser en realidad una «L»: «Muchos de los que precisan auxilio se quedarán atrapados en las mareas bajas tras el tsunami de la pandemia y no tendrán medios para mejorar al alza». Fernández también señala que esta crisis ha introducido una nueva estratificación social: los confinados seguros, los confinados de riesgo y los desarraigados.

De ahí que se permita dar un tirón de orejas a la clase política para cambiar «enfrentamiento, ideología y rédito electoral» por consenso. «De momento, no hemos visto señales de que vayan en esa línea», lamenta Peiro, que hace unos días presentó su hoja de ruta a los parlamentarios «que venían con sus discursos aprendidos de casa». Su lista de peticiones: reforzar la sanidad pública y las residencias de mayores, solidaridad fiscal con los vulnerables, promover la colaboración público-privada y reforzar el ingreso mínimo vital con ayudas al acceso a la vivienda. «¿El ingreso mínimo vital ayuda? Sí ¿Será suficiente? No», valora Fernández.

Samantha Pérez, beneficiaria: “Cáritas se convirtió en la mano de Dios, en nuestra familia”
Llegó con su familia en noviembre a Alcobendas huyendo de las penurias provocadas por el régimen de Maduro. Como solicitantes de asilo, con carreras y experiencia profesional, se lanzaron al mercado laboral. «No era fácil y fuimos cogiendo lo primero que nos ofrecían de aquí y allá. Por ejemplo, ayudar en mudanzas», explica esta agente de seguros. La cuarentena les sorprendió sin un ingreso fijo para los once que viven en casa. Tan solo su hermana tenía derecho a ERTE. «Cáritas se convirtió en la mano de Dios, en nuestra familia», expresa emocionada sobre el apoyo integral recibido: «No solo nos han facilitado alimentos y nos han canalizado los papeles, sino que también nos ayudaron con el currículum. Pero, sobre todo, nos han acompañado, nos han llamado y cuidado». En un primer momento, Samantha acudía a su parroquia a por la comida. Sin embargo, fue tal la demanda de ayuda y de donaciones que recibieron en Cáritas de Madrid que tuvieron que levantar de la nada un Centro de Distribución de Alimentos. Un sistema que sustituye a las colas del hambre a través de vales de compra. «Yo misma ayudé a montarlo. Y con esas mismas ganas sé que mi familia y yo saldremos adelante».