Caza
El fuego, un aliado del cazador
El cazador desarrolla su actividad en plena naturaleza y en ocasiones la distancia a zonas pobladas y la aparición de algún inconveniente o percance meteorológico harán que sea un elemento necesario e indispensable.
El fuego es un utensilio. El descubrimiento del fuego en los albores del hombre le proporcionaron un poder que hasta entonces no tenía y aun hoy en mitad de la naturaleza puede ser de lo más útil en un día de caza. El fuego tiene varias utilidades como cocinar, calentarse, secar la ropa, purificar el agua, señalizar una zona, ahuyentar animales peligrosos, alejar insectos, conservar alimentos o alumbrar. Realizar un buen fuego según la utilidad que queramos darle es una tarea más compleja de lo que parece.
En primer lugar, se debe elegir el emplazamiento para realizar el fuego. Para ello hay que escoger, un sitio resguardado del viento y limpiarlo de ramas, musgo y restos vegetales para evitar que el fuego se propague. La temporada general de caza en nuestro país se da en gran parte durante el invierno y en caso de que haya nieve o la superficie esté mojada se puede construir una plataforma con piedras y troncos que sirva de aislante. Del mismo modo, si está lloviendo es aconsejable preparar un pequeño techado sobre la lumbre.
Para iniciar el fuego existen diversos métodos si bien en el morral del cazador no debe faltar nunca un mechero o un pequeño pedernal. Para casos más extremos podremos usar alguna lente para concentrar los rayos del sol sobre yesca o el antiquísimo y que requiere mucho esfuerzo frotamiento de madera. No obstante, a no ser que la caza a desarrollar sea con arco dispondremos de cartuchos de nuestra escopeta o balas de nuestro rifle. De uno de estos cartuchos podemos extraer la mitad de la pólvora para vertirla sobre la yesca y el cartucho, una vez sellado de nuevo, puede ser disparado sobre la yesca provocando el fuego. No obstante, y como hemos dicho antes, un mechero no debe faltar en el bolsillo de cualquier cazador.
La yesca y el combustible
Cómo yesca podemos utilizar diversos materiales. Los más conocidos son de origen vegetal como la hojarasca seca, el serrín, la hierba seca o el algodón pero también hay materiales de origen animal que son muy inflamables como los excrementos muy secos de vaca o caballo o las plumas de los pájaros siendo ideales las de los nidos. Puede también que entre las pertenencias del cazador haya buenos materiales sintéticos que sirvan como yesca; papel, pólvora o alcohol serán unos estupendos iniciadores del fuego. Como combustible consideraremos cualquier cosa que arda y para ello y estando en plena naturaleza no nos deberían de faltar astillas, cortezas de árboles, arbustos secos, ramas y leña en general.
Para facilitar el encendido es de vital importancia preparar una buena estructura con los materiales ya que el fuego por consumir oxígeno necesita aire y por lo tanto la estructura debe permitir una correcta circulación del aire. Se debe comenzar situando la yesca sobre la que iniciaremos el fuego y a su alrededor dispondremos leña muy menuda y seca en forma de cono como si estuviésemos construyendo un tipi alrededor de la yesca. Una vez iniciado el fuego se debe disponer a mano de leña pequeña para ir añadiéndola y avivando el fuego. Después iremos alimentando el fuego con maderas blandas como el pino o el abeto que queman rápidamente y por último maderas duras como la encina o el roble para ya mantener el fuego. Mezclando maderas verdes con secas nos aseguramos el mantenimiento durante horas del fuego.
Fuego para calentarse
La situación más común en la que un cazador puede verse obligado a hacer fuego es aquella que tiene por finalidad calentarse. Un chaparrón inesperado o un frío excesivo pueden llevarle a crear un fuego. Para calentarse se recomienda no hacer fuegos grandes ya que es mejor varios pequeños y situados en círculo. Hay que situarse de espaldas al viento y con las vestiduras desabrochadas encender un fuego entre los pies hará que sequemos la ropa rápidamente. Mejor aún es encender un fuego tras el cual situaremos una pila de troncos o ramas a modo de murete y que hará de reflector del calor del fuego hacia nosotros. Si nos encontramos dentro de un refugio el mejor fuego a usar es el llamado fuego polinésico que consiste en excavar un hoyo cilíndrico en el suelo de unos 40 cm de diámetro y profundidad y recubrirlo con piedras. El fuego ha de encenderse dentro del hoyo y cuando solo queden brasas se añaden piedras grandes de modo que harán el efecto de un radiador distribuyendo el calor por la estancia durante mucho rato.
Fuego para cocinar
Otra situación en la que el cazador puede verse necesitado de hacer un fuego es para cocinar. El fuego polinésico visto anteriormente puede servir también de cocina. Los fuegos para cocinar deben ser pequeños y siempre que se pueda debe cocinarse sobre brasas y no sobre las llamas. Uno gruesos troncos de madera dispuestos en forma de estrella y levantados por algunas piedras y con leña menuda en el centro son un buen fuego para cocinar. El fuego ira consumiendo lentamente los troncos más gruesos desde el centro hacia fuera. Otro fuego y con curioso nombre es el llamado fuego de cazador. Es el típico fuego tan visto en animaciones y películas donde la comida a cocinar es suspendida encima de la fuente de calor sujeta por una vara.
Fuego para señalizar
En caso de querer señalizar nuestra posición usaremos el poder de las llamas en caso de que sea de noche o el humo si es de día. Cualquier tipo de fuego cuanto más grande sea más fácil será verlo desde la distancia. En caso de que sea de día la mejor manera de crear un humo denso y vistoso es colocar vegetación verde sobre un fuego ya iniciado y vivo. El musgo o unas ramas verdes provocarán ese efecto.
Fuego para alumbrar
Otra utilidad que tienen las llamas es la de iluminar. Pueden fabricarse sencillas antorchas usando maderas resinosas. Para crear una basta con usar un buen palo que ha de ser quebrado por un lado de manera longitudinal y en él ir introduciendo la yesca a mechones que después se irá consumiendo. Otra opción que nos proporcionará una llama duradera, aunque más débil es la de fabricar un candil. Si disponemos de una pequeña lata de conservas podemos usarla con aceite. Un trozo de cordón de las botas o un simple trapo de algodón sumergido en el aceite y que sobresalga unos centímetros por encima harán de mecha. Solo queda prender el extremo que queda por fuera y la llama se mantendrá como la de una vela mientras va consumiendo el aceite.
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