Vaticano

La cruzada anticorrupción del Papa ante sus nuevos cardenales: ¿Pastores o eminencias?

Las palabras improvisadas del Papa en el séptimo consistorio de su pontificado delatan su preocupación por los escándalos financieros y sexuales vaticanos

El Papa Francisco y los nuevos cardenales visitan al Papa emérito, Benedicto XVI en el Vaticano.
El Papa Francisco y los nuevos cardenales visitan al Papa emérito, Benedicto XVI en el Vaticano.VATICAN MEDIA HANDOUTEFE

Francisco levanta la mirada de los papales donde tiene escrita su homilía. La fija en el horizonte de una basílica de San Pedro a medio gas. Como si no quisiera dirigirse a nadie en particular. O quizá lo contrario. Como quisiera clavar sus ojos en todo aquel que viste de púrpura. En todo aquel que lleva un alzacuellos. Y suelta el runrún que lleva dentro. “Pensemos en tantos tipos de corrupción en la vida sacerdotal”. Ahora sí, por encima de las gafas, mira a izquierda y derecha. Para salirse del guión que traía preparado de casa con un rejonazo que deja marca: “Ya no serás más el pastor cercano al pueblo, sino que te sentirás solo una eminencia. Cuando sientas esto, estarás fuera del camino”.

Rapapolvo de bienvenida para los trece nuevos cardenales de la Iglesia que ayer creó en la celebración más extraña de la historia reciente de Roma. Francisco está cansado. No cansancio físico ni mental. Tampoco sobrepasado. No den el Pontificado por acabado. Si acaso, harto. De los tejemanejes que sigue descubriendo día tras día en la Curia, casi ocho años después de mudarse de Buenos Aires. En este tiempo, ha visto desfilar ante él ‘insignes’ príncipes de la Iglesia que, tras sus ropajes, escondían chanchullos financieros o escándalos de pederastia. Ocho años intentando poner orden, con una cruzada anticorrupción que ha devenido en destituciones inimaginables hasta hace nada, con reformas legislativas lo mismo contra el blanqueo que para frenar en seco los abusos sexuales. Basta echar la vista atrás a este otoño para toparse con la trama que acabó con el cardenal italiano Angelo Becciu despojado de sus derechos acusado de malversación. Basta con ojear las casi 500 páginas del informe McCarrick para constatar cómo el defenestrado purpurado norteamericano supo sortear varios pontificados a golpe de talonario y diplomacia ‘soft’ mientras se consagraba como un depredador sexual. El pecado no estaba en la Via del Corso, sino intramuros.

Los birretes y anillos de los nuevos cardenales ayer en el Vaticano antes de la ceremonia.
Los birretes y anillos de los nuevos cardenales ayer en el Vaticano antes de la ceremonia.VATICAN MEDIAvia REUTERS

De ahí que Francisco no se pueda reprimir en público. Más aún cuando se trata de aleccionar a sus nuevos fichajes, a quienes de alguna manera le tienen que ayudar a pilotar a la Iglesia universal. Pero, sobre todos, quienes están llamados en un futuro cónclave a rematar todos los procesos abiertos por el Papa argentino. Solo así se entiende que en su homilía de su séptimo consistorio les hiciera subir los colores de sus ropajes: “”El rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una distinción eminente”. Advertencia del jesuita que no sucumbió a los sobornos en la Argentina. Pero, sobre todo, reprimenda del Papa que sabe, por el cayo que lleva encima, que no se trata de una venda antes de la herida.

“Porque con los pies, con el cuerpo podemos estar con Jesús, pero nuestro corazón puede estar lejos y llevarnos fuera del camino”, les espetó el jefe que no se conforma con la prueba del algodón. Les plantó someterse a la auditoría de la verdad del Evangelio, que presentó como “una espada afilada” que “nos corta, es dolorosa, pero al mismo tiempo nos cura, nos libera, nos convierte”.

Wilton D. Gregory en el momento de ser nombrado cardenal por el Papa Francisco.
Wilton D. Gregory en el momento de ser nombrado cardenal por el Papa Francisco.POOLREUTERS

Tan inédito fue el protocolo pandémico, que ni tan siquiera Francisco presidió la ceremonia en el baldaquino sino en ….- Y las multitudes habituales en estos actos -con jefes de Estado y de Gobierno incluidos- se redujeron a la mínima expresión, Pandemia obliga. Hasta tal punto que impidió que dos de los nuevos príncipes de la Iglesia viajaran hasta Roma y lo siguieran en streaming. “Recibirán de manos del enviado especial del Papa, la bula y la asignación de diaconía correspondiente”, explicaba el propio Francisco sobre la ausencia de los nuevos cardenales de Filipinas y de Brunei.

Los que sí estaban, permanecieron con la mascarilla -que no era púrpura- durante toda la celebración. Solo se despojaron de ella cuando se arrodillaron ante el Pontífice para recibir birreta y anillo, los dos signos de su nueva condición. Aun así, hubo alguno, que mantuvo la protección incluso ahí. Véase el primer cardenal afroamericano de la historia, Walter Gregory. Tampoco hubo abrazo. Pero sí gestos y palabras de cercanía y confidencias. Al neocardenal Semeraro, como si de un hijo se tratara, le espetó con el micrófono abierto: “Pórtate bien”. Más cauto se mantuvo en sus comentarios ‘por lo bajini’ Raniero Cantalamessa, el predicador oficial vaticano, al que el Papa ha dispensado de ser nombrado obispo, título que tradicionalmente va ligado al de cardenal.