Rafael Bengoa (Caracas, Venezuela, 1951) es una de las voces autorizadas que en las últimas semanas más insiste en la necesidad urgente de que nos confinemos si queremos suavizar el impacto mortífero de la tercera ola de la Covid-19. El que fuera asesor del ex presidente de EE UU Barack Obama también critica el ineficaz proceso de vacunación en marcha y la obsesión por «salvar» la economía con una estrategia que, a medio plazo, resulta aún más dañina. Está a favor de que las comunidades autónomas puedan imponer las restricciones que consideren más oportunas, incluida la de adelantar el toque de queda a las ocho de la tarde, aunque él preferiría que siguiéramos a Francia y nos recogiéramos a las seis.
–Con los datos actuales, ¿recomendaría un confinamiento estricto o sirven las medidas de restricción vigentes?
–Efectivamente, con estos datos conviene cambiar de estrategia con un confinamiento más parecido al de los meses de marzo y abril, pero de «solo» tres o cuatro semanas de duración. Esto se llama «cortar el circuito», atajar la tercera ola, rebajar la incidencia acumulada a unos 50-70 casos por cada 100.000 habitantes. Bajar la mortalidad y estabilizar el sistema de salud.
–¿La cepa británica tiene la culpa de la actual tercera ola? ¿Estamos subestimando su efecto?
–Otra razón fundamental para controlar severamente la tercera ola de forma radical es no dar tiempo a que se produzcan aún más mutaciones al virus. Si se instala entre nosotros la variante inglesa será aun más inevitable un confinamiento severo. España está monitorizando esta situación y se tendrá que actuar rápido cuando se vea transmisión comunitaria de dicha cepa. Lo cierto es que es un logro haber podido secuenciarla e identificarla rápidamente en Inglaterra. Sin embargo, la lección que nos deja es que se tardó en decidir un confinamiento severo por parte de las autoridades.
–¿Se puede afirmar entonces que es más mortífera?
–Esa variante es mucho más transmisible y, aunque parezca paradójico, una mayor transmisibilidad es más peligrosa que una variante más letal. La que es más mortífera se autoanula porque elimina rápido sus posibles huéspedes. Además, satura mucho más el sistema de salud.
–¿Cómo se debería acelerar el proceso de vacunación pata atajar las mutaciones de la Covid-19?
–El impacto positivo de la vacunación en curso desgraciadamente no coincide con los tiempos de crecimiento exponencial de esta tercera ola. El impacto esperable de la vacunación solo se empezará a notar en un periodo de tiempo de dos a tres meses. Es correcto haber empezado por los grupos vulnerables, ya que es precisamente ahí donde la mortalidad tiene un índice altísimo –aproximadamente, del 10 al 12 por ciento. Los gobiernos en España ya están acelerando el paso. Está bien que la Atención Primaria sea el foco organizativo y de gestión de la vacunación, pero no necesariamente tiene que ser el único centro donde se realice. Sería mejor ampliarlo a más lugares, incluidos polideportivos, centros culturales…
–¿Qué falló en su opinión en las «recomendaciones» del Gobierno la pasada Navidad? ¿Cree que fueron demasiado laxos y eso nos ha llevado hasta donde estamos?
–Como es normal, somos más proclives a desconfinar que a restringir. Pero este sesgo a la normalidad –para el que estamos programados cognitivamente– ha jugado a favor del virus y en contra nuestra el pasado verano y estas navidades. Cualquier evento parecido de aquí al verano será un evento supercontagiador que implica más muertes. No debemos seguir con la lógica de «salvar el verano», «salvar las navidades»... Hubo 9000 muertos en España el pasado mes de noviembre, ¿por qué debíamos salvar las navidades en diciembre?
–¿Cree que se está tratando de hacer lo mínimo indispensable para no afectar demasiado a la economía?
–Los países que han operado con «circuit breakers» –un corto confinamiento severo–, como Nueva Zelanda, Australia, Shanghái e Israel han controlado mejor la epidemia y algunos con una mortalidad muy baja. Muchas de sus economías muestran signos de recuperación. Aunque han tenido rebrotes, siempre han sido controlados gracias a rápidas restricciones y a que han invertido en un sistema de rastreo muy eficaz.
–Hoy llegan datos muy preocupantes sobre la pandemia en China con nuevos brotes. ¿Va para largo esta crisis sanitaria de la Covid-19?
–China controla bien sus brotes, pero su cultura política y social es muy diferente a la nuestra y es difícil extraer lecciones para nosotros de su modus operandi en control epidémico.
–Cada día parecen más alejadas las recomendaciones de la ciencia de las que dictan los políticos, ¿está de acuerdo?
–La ciencia informa y aconseja, pero no decide en un país democrático como el nuestro. Así debe ser. Los políticos son la última barrera ante el virus. Deben decidir ellos la línea a seguir. Eso sí, si finalmente deciden algo diferente a lo que se recomienda deben ser transparentes y explicarlo. Por otro lado, reconocer falibilidad en un líder político da más confianza. En esta pandemia la ciencia está saliendo reforzada, en cambio, el ámbito político no. Será importante en los próximos años recuperar credibilidad en el cuerpo político porque aumenta la complejidad a la que deberán enfrentarse –medio ambiente, inmigración, pandemias, crisis económicas... Para ese futuro próximo será necesario recuperar la confianza en la política.