Papa
Altísimo riesgo
El Papa ya está en Irak. Este es un viaje lleno de esperanza a uno de los mejores ejemplos de lo que el Papa Francisco llama «la periferia».
En los años ochenta, tras la Revolución Islámica de Irán (1979), se veía con mayor claridad en Occidente la importancia de la religión a la hora de analizar los acontecimientos de Oriente Medio. Hoy, en la Europa atea, poscristiana, descreída y secularizada apenas se presta atención a esta fuerza de las relaciones internacionales, lo que no quiere decir que no sea importante en la realidad. Y en esta región lo es, y mucho.
A nadie se le escapa que es un viaje de altísimo riesgo. El Primer Ministro, Mustafa Abdellatifla, le recibió en el aeropuerto, al pie de la escalerilla, como muestra de la buena voluntad del Gobierno, que desea vivamente tenerle entre ellos.
Francisco va a Irak a consolar a los poco más de 300.000 cristianos que viven allí, pero también traslada un mensaje de paz y de convivencia con los que no comparten la fe en el Resucitado, acercándose a sunitas y chiitas. No en vano, allí se encuentra la localidad de Ur de los caldeos, la patria chica de Abraham, o Nínive, que recibió la misión profética de Jonás.
En los últimos meses, Irak ha vuelto a la primera plana. No por los atentados terroristas que allí se suceden y que se han recrudecido desde que el Papa anunciara su viaje allí, sino por el papel que juega su vecino Irán sobre aquel territorio.
No olvidemos que el General iraní Qasem Soleimani fue asesinado por fuerzas estadounidenses en el aeropuerto de Bagdad y que estos han respondido en diversas ocasiones lanzando ataques contra objetivos (menores) estadounidenses en la zona.
Tampoco hay que pasar por alto que el primer ataque lanzado por el nuevo Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha sido precisamente contra unas milicias proiraníes asentadas en Siria, el 26 de febrero pasado. Como se ve, la inestabilidad en Irak es aprovechada por grupos (respaldados por Estados) que profundizan en esa inestabilidad, mientras que, por el contrario, un Irak estable ayudaría a pacificar la región. Esta situación no mejorará mientras no dejen a los iraquíes tomar las riendas de su propio destino.
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