Opinión

Orgullo

Hoy es el día internacional del orgullo LGTB. Orgullo que, según la Real Academia Española, en primera acepción significa: sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida. Cuando este sentimiento es excesivo lo llamamos vanidad. En su justa medida amor propio.

A veces, las personas históricamente excluidas necesitan reivindicarse, gritar a los cuatro vientos que son dignos de amar y ser amados, incluso tienen que organizar fabulosas y coloridas fiestas para gritarle al mundo su condición; gritarlo sin miedo, con alegría, en multitud.

Porque son tantísimos los seres vivos no binarios, son tantos los no heteros. Son tantas las personas que no entran en el cajón ortodoxo del género y la orientación sexual, que parece mentira que sigan siendo perseguidos a día de hoy.

Se eligió este 28 de junio porque fue la primera vez que en los Estados Unidos, ante una redada policial en el bar Stonewall Inn, al que acudían, la comunidad LGTB respondió unida contra un sistema que los perseguía con el beneplácito del gobierno. Fue ayer, en 1969. Y hoy, aunque han cambiado mucho las cosas, la diversidad sigue estando mal vista, marginada, dañada. Hoy, cuando todos tenemos un familiar o amigo gay o trans, y son profesores, informáticos, artistas, ingenieros, panaderos, jueces, futbolistas, ejecutivos, mineros… hay mentes empeñadas en no aceptar esta realidad con afecto.

Porque creo que no solo hay que respetar, también hay que querer a los que son diferentes. Y no por lástima, sí por compasión, porque cómo no sentir con ellos si todos, absolutamente todos, somos únicos. Pero queridos, mi experiencia me dice que los más diferentes suelen ser los mejores. Mi orgullo por ellos.