Caso Alcàsser
El perfil más desconocido de Antonio Anglés llega al cine
El director Marc Romero lleva a la gran pantalla una ficción basada en las niñas de Alcàsser donde retrata la sociedad de los 90 y despeja algunas incógnitas que rodearon el caso
El «culpable» de que se acercara a esta historia fue su hermano mayor. José Manuel Pozueco fue un prestigioso criminólogo y psiquiatra forense que había estudiado mucho sobre la psicopatía y las mentes criminales. «Falleció hace cinco años y una forma de pasar mi duelo ha sido hacer algo que me acercara a él». Marc Romero (Badajoz, 1977) explica así cómo comenzó a investigar el caso de las niñas de Alcàsser que finalmente se ha traducido en su primer largometraje que llegó el viernes a las salas de cine. La película se llama «75 días», que fue el tiempo que transcurrió entre la desaparición de Miriam, Toñi y Desiré (un 13 de noviembre de 1992) hasta que un apicultor descubrió sus cadáveres en un paraje conocido como La Romana, a unos 25 kilómetros del lugar donde fueron vistas por última vez. El caso se cerró con la condena de Miguel Ricart y la búsqueda del segundo culpable: Antonio Anglés, el criminal cuyo paradero más teorías ha generado en España. Por supuesto, la película ofrece su versión al respecto, así como muchos aspectos desconocidos en torno a su figura. Eso sí, quienes esperen ver morbo, sangre o escenas macabras, que no se moleste en ir al cine. «Eso lo tuve claro desde el principio. Me interesaba centrarme en otra visión de la historia y retratar la sociedad de los 90 porque todo fue un reflejo de eso».
“Fue el mayor reality show de la historia”
Marc no se refiere solo a lo normalizado que estaba en los pueblos, por ejemplo, hacer autostop; también la forma de hacer televisión de aquellos años era así. «Este caso fue el mayor reality show de la historia de España: se retransmitió absolutamente todo en directo y sin pudor». Una de las razones, según el cineasta, por las que las cosas quizás no se hicieron del todo bien. «Yo creo que hubo mala praxis desde la investigación policial a los forenses que practicaron las autopsias con su lucha de egos y luego todo en este caso esta lleno de oscurantismo y cosas extrañas. ¿Por qué los vídeos de las autopsias están cortados?». Romero no «compra» tampoco que la Guardia Civil de la época fuese menos profesional. «Estaban muy bien preparados, no eran algo cutre. Ten en cuenta que en el 92 España fue foco mundial por los Juegos Olímpicos y por la Expo de Sevilla. Aquí venían a formarse otros cuerpos policiales del mundo. Por eso no se entiende cómo a la hora de hacer el levantamiento de los cadáveres el carrete de fotos se les acabara fotografiando el entorno y ya no registraran cuando se desenterraron los cadáveres».
Amenazas del entorno de Anglés
Pero más allá de las críticas, el cineasta ha querido centrarse en el dolor de unos padres desesperados que acabaron sospechando que si fuesen de otra clase social se hubiese puesto más empeño en conocer la verdad. «Me acerqué a su universo desde el hermano pequeño de Míriam, que tenía solo 8 años cuando ocurrió todo y recuerda perfectamente lo que pasaba en casa y cómo su padre no era capaz de enfrentarse al llanto de su madre». También se acercó al entono de Antonio Anglés, «una panda de delincuentes que no paraban de amenazarnos y exigirnos dinero si queríamos que hablaran». Y es que una de las claves de la cinta es el dibujo que traza Romero sobre Anglés. «Se trata abiertamente su homosexualidad y hasta dónde llegaba su violencia hasta con su propia familia. Cuando comenzamos a indagar no encontrábamos a ninguna novia, porque no la había». Cuando cometió el crimen de las niñas se había fugado de prisión de un permiso por haber torturado a su exnovia toxicómana –en la película interpretada por Macarena Gómez– que a punto estuvo de matar y tirar a un pozo. «La chica estaba enganchada y solo le vendía la droga con la que él traficaba. Él odiaba las drogas y siempre iba bien vestido a pesar de ser de una familia humilde», explica Marc, que detalla en nivel de degradación de Anglés cuando «pagaba 500 pesetas a su hermano para que le masturbara».
“Él no iba en el barco a Irlanda”
Algo que también llamó la atención del cineasta en su labor de investigación y trabajo de campo fue la cantidad de negocios que tiene la familia. «Les sienta fatal que se especule pero tienen una clínica de estética, gasolineras... Anglés se dedicaba al tráfico de drogas y se comenta que había dejado un dinero guardado bajo tierra en un lugar que solo sabían él y su hermano». En cualquier caso, su paradero siempre ha sido uno de los mayores misterios de la historia criminal de nuestro país. Aunque no podemos hacer «spoilers» sobre cómo acaba la película en este sentido, el director de la cinta reniega abiertamente de la teoría de que escapara como polizón en un barco a Irlanda. «Él no se escapa por el tejado porque no sabía ni que le buscaban por eso. Él se entera de que le quieren detener cuando ve su cara en la televisión en una cafetería; entonces estaba teñido de rubio platino. El polizón del barco era otra persona: él nunca subió a ese barco», sentencia Romero.
Eso sí, no duda de la sentencia que se impuso, simplemente deja la puerta abierta a que, tal y como aseguraba una testigo, en aquel coche blanco que se llevó a las niñas y en lugar de llevarlas a la discoteca Coolor siguió adelante, iban cuatro personas y no dos. «No creo nada en las teorías de la conspiración de que era gente poderosa pero sí alguna banda que operaba por la zona aquellos años y disfrutaba haciendo estas cosas. Mi hermano hizo muchos perfiles psicopáticos y esta gente nunca las hubiera vuelto a vestir después de hacerles lo que les hizo porque no sienten respeto por la vida humana».
Entrevista con Ricart
No duda, por tanto, de la culpabilidad de Miguel Ricart, a quien llegó a entrevistar tras salir de la cárcel. «Tenía la mirada perdida y estaba muy castigado pero gozando de la libertad. Él siempre dijo que era inocente y que cuando saliera iba a contar toda la verdad, por eso le preguntábamos pero no quiso ser claro. Por mucho que dijera que él solo firmó lo que la Guardia Civil había redactado, es imposible que supiera cosas sobre cómo estaban enterradas las niñas o detalles de la autopsia que cuando él declaró todavía no se conocían. Claro que él participó pero había más gente que, por lo que sea, no ha querido implicar», zanja Romero, recalcando que en la sentencia del caso se habla de la autoría de Anglés y Ricart, pero se matiza que cometieron aquellos hechos «solos o en compañía de otros».
“Todo han sido trabas y oscurantismo”
Y a pesar de que sea una historia que está contada en muchos reportajes de investigación periodística, documentales y series, no ha dejado por ello de ser complicado de documentarse. Tanto es así que el director ha salido algo escaldado de este trabajo; hasta el punto de que, si pudiéramos dar marcha atrás, confiesa que no haría la película. «No la volvería a hacer. Este caso todo lo que toca es oscuro, solo nos hemos encontrado trabas por todas partes y, además del esfuerzo físico, es algo que agota». También ha pesado, advierte, ser un tema tan sensible y que se ha puesto de ejemplo hasta la saciedad sobre lo mal que se actuó desde el punto policial, forense y periodístico. «Siento que me he estado justificando y pidiendo perdón desde el principio ante todo el mundo. Es una peli que te revuelve pero no hay dolor gratuito». Ahora solo le queda saber la acogida del público para quitarse ese mal sabor de boca.
Un crimen abierto 30 años después
Aunque la condena sobre Anglés y Ricart fue firme, el Jugado de Instrucción número 6 de Alzira reabrió la investigación después de que en 2019 un senderista hallara unas falanges en la finca «La Romana» que resultaron ser de las chicas. En octubre de 2021 también ordenó a la Guardia Civil analizar los pelos y otras evidencias que se habían encontrado en los cadáveres de las fallecidas.
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