Trastonos de sueño

Dormir bien, una cuestión de vida o muerte

Los expertos coinciden en señalar que la privación del sueño no es un síntoma, sino una enfermedad en sí

Una encuesta de ipsos sostiene que los españoles duermen -de media- 7 horas y 51
Una encuesta de ipsos sostiene que los españoles duermen -de media- 7 horas y 51Tania Nieto

En España dormimos poco, 7,50 horas de media. Para muchos- especialmente para los mayores de 40 años- esta cifra será incluso exagerada, porque, a medida que nos hacemos mayores, el sueño se nos escapa de las manos. A partir de los 40 años tenemos un 60-70% menos del sueño profundo que teníamos de adolescentes y, a los 70 años, esa reducción llega al 80-90%. Un 60% de la disminución del sueño profundo es debido al deterioro cerebral en las personas mayores. La segunda causa es el aumento de la fragmentación del sueño. Cuanto más mayores nos hacemos más nos despertamos durante la noche, disminuyendo la eficiencia del sueño. Esto puede ser debido a la interacción también con ciertas enfermedades y con medicación para tratarlas, pero sobre todo por la vejiga debilitada que nos obliga ir más veces al baño, con el posterior riesgo de caídas durante la noche.

Los estudios demuestran que, a peor eficiencia del sueño, mayor riesgo de mortalidad, peor salud física, más probabilidad de depresión, menos energía y más olvidos.

Pese a que estas evidencias se obtuvieron hace casi un siglo, y que la ciencia del sueño ha avanzado mucho desde entonces, hasta hace poco tiempo no se había analizado de un modo clínico y exhaustivo los efectos de la privación o la falta de sueño. “Hace un siglo que el sueño no se analizaba a nivel clínico”, señala la presidenta de la Sociedad Española de Sueño (SES), Milagros Merino. “Hoy sabemos que la alteración sostenida del sueño (insomnio) favorece la liberación de norepinefrina y epinefrina, estimula procesos inflamatorios, aumenta el riesgo de alteraciones cardiovasculares y depresión y debilita el sistema inmunitario frente a las infecciones”, añade.

Inflamación y depresión

Y es que el sueño es tan importante como la alimentación o el ejercicio físico. O quizás más, porque podemos estar sin comer varios días, pero no sin dormir.

Un artículo publicado en 2016 en la revista Nature determina que los trastornos del sueño, incluido el insomnio, contribuyen de forma independiente al riesgo de trastornos inflamatorios y trastornos depresivos mayores. La investigación revisó la literatura científica al respecto de los efectos de la privación de sueño y analizó las relaciones recíprocas entre el sueño y el sistema inmune innato. También consideró el papel del sueño en la regulación nocturna de la dinámica de la biología inflamatoria; el impacto de los problemas de insomnio, los extremos de duración del sueño y la privación experimental del sueño en los marcadores genómicos, celulares y sistémicos de inflamación. Las implicaciones clínicas de este trabajo evidenciaron que los trastornos del sueño tienen un efecto directo en la depresión y, especialmente, en los síntomas depresivos relacionados con la inflamación. También se revisa la acción recíproca de los mediadores inflamatorios sobre la regulación homeostática de la continuidad del sueño y la macroestructura del sueño, y el potencial de las intervenciones dirigidas al insomnio para revertir la inflamación.

La ciencia está intentando contestar a preguntas que ya creíamos resueltas pero que no los estaban clínicamente. ¿Cómo de importante es dormir?¿Qué beneficios genera?¿Qué consecuencias tiene un insomnio prolongado?¿Cómo afecta a los menores?.

Dormir bien de noche es un reconstituyente para la memoria y sirve de estímulo para el aprendizaje. La primera fase del sueño profundo de ondas lentas reviste suma importancia. La privación del sueño impide la fijación de los recuerdos, la limpieza del cerebro y acelera el deterioro cognitivo.

Como ya se sabía, la cantidad y calidad del sueño decrece y empeora con la edad. La hiperexcitabilidad de neuronas que expresan la hormona hipocretina (situada en hipotálamo) podría explicar la alteración del sueño asociada a la edad, según un estudio en animales de investigación.

Respecto a la importancia del sueño, un estudio publicado hace un mes en la revista Reviews in Endocrine and Metabolic Disorders destaca que la restricción del sueño aumenta el cortisol (hormona del estrés), genera resistencia a la insulina y disminuye los niveles de testosterona, afectando a salud y longevidad. “El sueño desordenado acumulado a lo largo la vida impacta el proceso de envejecimiento y el desarrollo de enfermedades relacionadas con la edad. Cuando los estudios epidemiológicos y de intervención se consideran colectivamente, la pérdida de sueño y la menor duración del sueño se asocian con un menor sueño matutino, vespertino y de 24 horas; así como mayor cortisol vespertino, pero no matutino o de 24 h. Estos cambios recíprocos desequilibran la señalización catabólica anabólica porque la testosterona y el cortisol son, respectivamente, las principales señales anabólicas y catabólicas en el hombre”, destacan los autores.

Adolescentes: nueve horas de sueño

Si hay un periodo de la vida en la que la privación de sueño es especialmente importante es la adolescencia. Varios estudios recientes indican que dormir menos horas de las recomendadas para esta franja de edad - nueve horas entre los 9 y los 12 años- se asoció con un incremento en la probabilidad de déficits en el estado de ánimo, puede afectar las funciones cognitivas y causar problemas de comportamiento en adolescentes.

Antes de la pandemia ya se estimaba que en torno al 10% de los niños y al 20% de los adolescentes sufría trastornos mentales, con consecuencias que se pueden prolongar a lo largo de toda su vida. En la actualidad, los adolescentes presentan más ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas, que reportan incrementos de casi un 50% en los trastornos de salud mental y de hasta un 59% en los comportamientos suicidas.

En el desarrollo de problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión durante la adolescencia influyen múltiples factores, entre ellos la propia predisposición genética de cada persona. Michael Gradisar, jefe de Ciencias del Sueño de la compañía tecnológica Sleep Cycle, junto a un grupo de investigadores formado por psicólogos y psiquiatras de universidades australianas y británicas, se propuso demostrar clínicamente que la falta de sueño durante la adolescencia también es un factor de riesgo importante para el desarrollo de depresión. Los resultados de su trabajo han sido publicados en la revista científica Nature Reviews Psychology. “Si bien muchos científicos y profesionales de la salud mental notan que los problemas del sueño son comunes en los jóvenes con trastornos de salud mental, existe una falta de conocimiento actual sobre el papel que juega el sueño en el desarrollo de esos trastornos. Lamentablemente, el conocimiento sigue siendo arcaico: creer que el sueño es un síntoma. Pero como destacamos en nuestro artículo, hay más evidencia que muestra que es más probable que los problemas del sueño conduzcan a la ansiedad y la depresión, que al revés”, afirma el científico, que basa su teoría en los numerosos estudios publicados en los últimos años que han encontrado “grandes efectos del sueño insuficiente sobre la capacidad de los adolescentes para experimentar estados afectivos positivos”.