Opinión

Hombre y evolución

Los gobiernos no destinan fondos económicos decentes como para evolucionar y avanzar en algo que concierne a la humanidad en general

Inés Moreno, científica de la Universidad de Málaga (UMA) que lleva esta investigación. UMA
Inés Moreno, científica de la Universidad de Málaga (UMA) que lleva esta investigación. UMAUMAUMA

Aristóteles sostenía que «los seres humanos primero se unieron para reproducirse, luego crearon aldeas con maestros naturales, capaces de gobernar, y esclavos naturales, utilizados por su fuerza de trabajo», cosa que, a lo largo de los siglos ha venido sucediendo. Si el hombre no hubiera evolucionado, la especie humana se hubiera estancado, incluso hasta la extinción.

Desde muy antiguo se ha venido investigando para que, en efecto, los cuerpos fueran combatiendo su fragilidad a fuerza de cuidados, medicamentos cada vez más modernos y una alimentación apropiada para que el crecimiento del ser sea el adecuado de forma integral, no solo para lo físico sino también para lo que se refiere al cerebro, al intelecto.

Así, a lo largo de los siglos, hemos ido ganando en esperanza de vida, se han ido abatiendo y eliminando enfermedades y, hoy día, podemos disfrutar de una salud que nuestros antepasados no tuvieron. España ha dado algunos investigadores sobresalientes. Severo Ochoa alcanzó el premio Nobel de Fisiología y Medicina pero su productiva y brillante carrera la hizo en Nueva York y, de hecho, el Nobel lo recibió como americano y no como español.

Ramón y Cajal descubrió que el sistema nervioso estaba formado por «entidades individuales», que luego se llamaron neuronas, esas de las que tantos carecen, sobre todo los que pueblan el gobierno actual. También recibió por ello el Nobel en Fisiología y Medicina, éste sí como español.

Hoy día no es que la investigación esté en punto muerto, sino que está en retroceso como lo viene advirtiendo Mariano Barbacid, jefe y fundador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas que cuenta con grandes colaboradores, pero sin unos fondos económicos decentes como para evolucionar y avanzar en algo que concierne a la humanidad en general, pero en los presupuestos del Estado apenas hay cabida para la ciencia. Los que escatiman en dinero para la ciencia se acordarán de Santa Bárbara cuando truene en sus propios pellejos.