Polémica

El futuro de la venta de ADN a la carta

Hay quienes señalan sus peligros y otros sus numerosos beneficios pero la regulación deja margen de maniobra

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Todo comenzó en 1987. Ese año, el virólogo japonés Seiichi Endo se unió a la apocalíptica secta Aum Shinrikyo. Endo fue uno de los que ayudó a llevar a cabo un ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995. En total murieron 13 personas y se vieron afectadas cerca de mil. Pero hubo algo más: Endo intentó obtener el virus del Ébola para hacer que el ataque terrorista fuera aún más cruento. Aunque no lo logró las alarmas comenzaron a dispararse.

Casi 20 años después, en noviembre de 2016, el virólogo David Evans viajó a Ginebra para asistir a una reunión de un comité de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre investigación de la viruela, un virus que se había erradicado tres décadas atrás y cuyas únicas muestras vivas conocidas de viruela estaban bajo la custodia de los gobiernos de Estados Unidos y Rusia. Fue allí donde Evans confirmó los temores de algunos científicos: meses antes Evans había creado un pariente cercano del virus de la viruela (desde cero), en su laboratorio en Canadá. En un informe posterior, la OMS escribió que el método del equipo de Evans «no requería conocimientos en bioquímica excepcionales, fondos significativos o tiempo significativo». Pese a que ni el propio Evans estaba de acuerdo con esta afirmación, los avances tecnológicos han hecho que sea cada vez menos complejo producir un virus partiendo de cero. Principalmente gracias a empresas que venden ADN a la carta.

¿En qué consiste esto? Si pensamos que el ADN es el manual para escribir la vida, las empresas que venden ADN son imprentas que envían, a domicilio, páginas de este manual: hebras de ADN para que los científicos realicen experimentos, como hacer que una bacteria cambie su dieta, responda a un haz de luz o reaccione ante un medicamento. O para construir un virus desde cero. La demanda es enorme y hay decenas de empresas que se dedican a este negocio.

Un ejemplo de ello es Proteogenix, una compañía con base en Francia, que se anuncia en internet. En solo tres pasos y por apenas 18 céntimos de euro podemos adquirir un par de bases de ADN (algo así como comprar una sílaba para el manual de la vida). Obviamente hay que especificar la «sílaba» que queremos, pero en unos 14 días la tenemos en casa. Obviamente no es económico: el genoma humano tiene entre 50 y 300 millones de pares de base, pero un virus «apenas» 48.000. Esto permite, por ejemplo, obtener el material genético de un virus, como el de la influenza o el herpes, por menos de 1.500 euros. Claro que eso solo la materia prima.

Seguimos con el ejemplo del manual de la vida, estas empresas nos dan las palabras, pero la tinta, el papel, la encuadernación… van aparte.

Este tipo de biología, conocida como biología sintética, se utiliza en inmunología (para testar fármacos y bacterias por ejemplo), en agricultura (para estimular las cosechas) y en medicina, en lucha contra el cáncer.

Pero cada vez hay más voces que alertan de los peligros de este tipo de iniciativas que no solo posibilitan el avance: también pueden ser usadas para cometer actos de bioterrorismo gracias a su relativamente fácil acceso: basta una tarjeta de crédito para pagar. Y las normas no están muy claras.

Por ejemplo, obtener partes del ADN del Ébola o la viruela es posible. En Estados Unidos se puede enviar a cualquier dirección, siempre y cuando no sea una oficina postal. Lo que sí es ilegal es crear el virus a partir de este material. En pocas palabras: es posible obtener capítulos del libro, pero no imprimirlo completo. Se trata de una situación muy compleja y para la que se ha creado el International Gene Synthesis Consortium (IGSC o Consorcio Internacional de Genes Sintéticos), un organismo que persigue agrupar a las empresas del sector y alertar sobre comportamiento sospechosos a la hora de adquirir ADN.

El problema es hacer que los sistemas de seguridad sean efectivos y aceptados por todas las empresas.

«No es que me preocupe que algo suceda mañana –explica Gregory Koblentz, un especialista en biodefensa de la Universidad George Mason–. Pero la realidad es que la capacidad de producir un virus es cada vez más poderosa en términos de cuánto pueden durar los fragmentos de ADN, qué se puede crear con ellos, la capacidad de los receptores para luego ensamblar los fragmentos de ADN en un nuevo virus… Este es el tipo de cosas en las que realmente deberíamos ser más proactivos y tratar de adelantarnos».

Kevin Esvelt, biotecnólogo del MIT, está de acuerdo con Koblentz. Para este experto las nuevas tecnologías le han entregado a un grupo de científicos las claves para construir bichos peligrosos y si bien muy pocos, tal vez ninguno, de ellos tiene la intención de convertirse en un supervillano, para Esvelt, es solo cuestión de tiempo antes de que aparezca el próximo Endo.

Obviamente son muy pocos los expertos que cuentan con esta capacidad, tanto en lo que respecta a conocimientos como a equipo, pero los avances de la tecnología harán que sea cada vez más fácil (o al menos, reducirán el nivel de complejidad) y se necesitarán leyes para evitar que se tenga acceso a esto más allá de la investigación científica. El desafió es cómo conseguirlo.