Asuntos sociales

52 años, esperanza de vida de las personas sin hogar

En España hay más de 37.000 personas que viven en cajeros, bancos y estaciones

Imagen de una persona sin hogar
Imagen de una persona sin hogarEuropa Press

En España hay más de 37.000 personas que viven en la calle durmiendo en cajeros, bancos y estaciones. Su esperanza de vida apenas alcanza los 52 años de edad, lo que representa unos 30 años menos que la población general.

Tras la pandemia, su situación mental empeoró y el Centro de Ayuda Cristiano, a través de su programa «Ángeles de la Noche» de su ONG «La Mano que Ayuda» está logrando incorporar a estas personas sintecho a la sociedad con un programa de actividades multidisciplinar que, por un lado, combate el uso de conductas adictivas, la desnutrición, la hipotermia, la depresión y las paranoias; y, por otro, proporciona un acompañamiento espiritual que da herramientas y esperanza a estas personas marginadas.

Dos casos singulares ejemplifican este afán de superación. Austine P. nació hace 49 años en Benin City, la capital del estado de Edo en el sur de Nigeria, con casi 1,4 millones de habitantes. Criado en una familia extremadamente pobre y sin estudios, a los 22 años decidió abandonar su país con destino a Europa junto con otros dos amigos. Cruzó Níger, Malí, luego el desierto de Argelia, llegó a Marruecos y se embarcó en una patera en Tánger hasta llegar a Tarifa y posteriormente a Madrid.

Durmió en el parque del Retiro y en la Plaza de España durante muchos meses hasta que un día recogió un folleto para asistir a una charla espiritual del Centro de Ayuda Cristiano. En la actualidad, se ha casado con una salvadoreña, tiene una hija, ha sido empresario autónomo y trabaja legalmente como pintora

«Ángeles de la Noche»

Francisco R. es otro ejemplo de un sintecho que ha podido rehacer su vida con el apoyo de los «Ángeles de la Noche». Nacido en San Sebastián y con 65 años de edad, tuvo una infancia difícil y se escapó de su casa a los 6 años de edad. Fue al colegio muy poco tiempo y ya desde los 13 años frecuentó centros de menores por robar en la calle y también a su padre. Con su armónica se marchó a Madrid a probar fortuna. Aquí se casó, pero tuvo serios problemas familiares y la ruptura familiar. Frecuentó albergues, aunque ninguno le gustaba, luego prefirió dormir en la calle frente al Museo del Prado, logró durante un tiempo ser camarero en la mítica cafetería Manila, y en sus ratos libres, que eran muchos, pasaba las horas en las bibliotecas públicas leyendo periódicos. Una tarde entró en el Centro de Ayuda Cristiano a ver qué le daban y aquí sigue. El apoyo espiritual le dio el empujón para salir de la marginación. Ahora, y desde hace seis años, es conserje de un inmueble y todavía sigue tocando la armónica.

El sinhogarismo es el estado más grave de exclusión social. El último escalón de una escalera descendente al que una persona puede llegar. El colectivo de los «Ángeles de la Noche» conoce bien el territorio de los sintecho. Desde la pandemia estas personas que viven al raso se han dispersado más en diferentes calles, estaciones y también en el aeropuerto de Barajas. También su nacionalidad se ha multiplicado, aunque ahora predominan las personas de origen marroquí después del último terremoto que asoló este país. Pero sigue habiendo muchos latinoamericanos y españoles.