Ola de calor

Alerta máxima por incendio: las secuelas ocultas de una primavera lluviosa

Una tormenta perfecta se está gestando en los montes: un exceso sin precedentes de combustible ligero, estrés hídrico y temperatura extrema

GRAFAND9846. CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ), 01/07/2025.- Un hombre observa las casas que se han desalojado de manera preventiva mientras los efectivos del Infoca y del Consorcio Provincial de Bomberos trabajan en la extinción del incendio de pastos en Chiclana de la Frontera (Cádiz), según han informado fuentes del Consorcio Provincial de Bomberos.EFE/Román Ríos
Desalojadas varias viviendas en Chiclana (Cádiz) por un incendio en una zona de pastosRoman RiosAgencia EFE

Mientras los ciudadanos de a pie nos las ingeniamos para sobrevivir a la primera ola de calor que ha dejado registros históricos de temperaturas superando los 43 grados en la recta final de junio, los agentes forestales que se encargan de la protección de nuestros bosques miran con preocupación al monte. Y es que, este año, deben estar especialmente atentos a cualquier conato de fuego, ya que una pequeña chispa podría dinamitar la tendencia positiva de los últimos años, que cerraron con datos esperanzadores la temporada de verano de 2024.

El año pasado, el fuego arrasó más de 42.300 hectáreas, un 46,4% menos que en 2022. Fue el año con menos hectáreas calcinadas de la década, según los datos oficiales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Un buen dato que contrasta, por ejemplo, con el drama de 2022, cuando ardieron 248.793 hectáreas. Pero, ¿por qué este verano podría ser diferente?

«Este año ha llovido bastante en primavera, y eso ha provocado que crezca mucha vegetación, es decir, más combustible disponible: hierba alta, seca… Así, un coche incendiado, la chispa de una radial o un simple cigarrillo pueden provocar un incendio con facilidad. Aunque ha llovido en marzo y abril, en mayo ha hecho mucho calor y ha sido muy seco, y esto provoca estrés hídrico: cuando la vegetación no recibe humedad durante mucho tiempo, se seca por completo. Por eso llevamos mucho trabajo de prevención en estos meses para evitar que ocurra lo peor», relata a este diario Juan Manuel González, bombero forestal de la Junta de Andalucía.

Puntos calientes

De ahí que este experto haga hincapié en una buena prevención previa, ya que, aunque la temporada de alto riesgo en Andalucía empieza el 1 de junio y se prolonga hasta el 31 de octubre, «nuestro trabajo arranca en invierno». «Muchos me preguntan qué hago el resto del año, cuando no hay incendios, y yo les digo que lo fundamental para luego no tener que lamentarnos: limpiamos caminos, cortafuegos, zonas bajo líneas eléctricas, áreas de barbacoas, espacios de uso público como merenderos, etc.», puntualiza González, quien lleva toda su vida focalizado tanto en incendios como en terremotos. Además, advierte: la mayoría de los incendios los provocamos los humanos, es casi siempre una negligencia, y hay que prestar más atención en este sentido.

En su historial, González atesora decenas de situaciones complejas en las que se ha visto envuelto a la hora de mirar cara a cara al fuego. «Cuando acudimos a una llamada, lo primero que hago yo es quitar con la azada combustible para que el fuego no se propague. Trabajamos de cola a cabeza, porque en la cabeza hay más peligro: te puedes quemar». El último incendio grande de Málaga en el que trabajó fue el de Sierra de Mijas (2022) y también el de Sierra Bermeja, donde falleció un compañero. «Estuvo fuera de capacidad de extinción durante un par de días. Lo pasamos mal. En todos los grandes incendios se arriesga mucho», puntualiza.

El año pasado, de los más de 1.400 fuegos que tuvieron lugar hasta el final de la temporada de alto riesgo, 16 se consideraron grandes incendios, ya que la superficie afectada supera las 500 hectáreas. La gran preocupación son también los denominados fuegos de sexta generación (como los que se vieron en Canadá hace dos años, el año pasado en EE UU o actualmente en Turquía) y que ahora empezamos a ver también en España, como ha sido el caso de esta semana en Lérida.

Pedro Ruiz, director general de Emergencias de la Comunidad de Madrid, nos atiende en plena labor de vigilancia ante la preocupación de que en cualquier momento se desaten las llamas. Incide en la peculiaridad de este año y en el riesgo potencial que supone ese «combustible ligero» que se acumula en las zonas forestales. «Este año las condiciones meteorológicas no están ayudando nada. Las lluvias abundantes han generado una gran acumulación de combustible fino muerto, lo que facilita que, ante cualquier ignición, la propagación del fuego sea inmediata, rápida y, si hay viento, mucho más peligrosa», apunta Ruiz.

En comparación con el año pasado, añade, aunque también hubo lluvias, «la densidad del combustible fino era menor. Este año, además de una masa vegetal más extensa, hay una mayor densidad, lo que significa que la carga de combustible y el calor que genera es también superior. Eso incrementa la velocidad de propagación, especialmente si se dan condiciones de viento».

Detalla que lo que se vigila no es tanto el «monte bajo», sino la vegetación que ha crecido en fincas que no han tenido un mantenimiento preventivo adecuado. «Aunque en algunas zonas el ganado ha podido consumir parte de este pasto, este año la cantidad generada ha sido tal que no ha podido ser controlada únicamente mediante pastoreo».

Inteligencia Artificial

Eliminar completamente este combustible fino es técnicamente imposible. Por eso, asevera el director general de Emergencias de la Comunidad de Madrid, se crean franjas o cortafuegos, «zonas limpias de vegetación en los primeros metros que ayudan a contener el fuego si se inicia por una chispa de un vehículo, una desbrozadora o cualquier otra fuente de ignición. Estas líneas de defensa impiden que el fuego se propague sin control desde su inicio».

«En la Comunidad de Madrid contamos con unas 300 personas dedicadas durante todo el año a labores de defensa contra incendios, incluyendo brigadas forestales, y también tenemos el apoyo de pastoreo controlado», dice Ruiz. Un método que permite eliminar combustible vegetal en zonas estratégicas, lo que ayuda a crear líneas de defensa que dificulten la propagación del fuego en caso de incendio.

También la Inteligencia Artificial, nos dice el director, echa un cable en la lucha contra el fuego. «Es una herramienta valiosa para la toma de decisiones en la prevención y gestión de incendios. Eso sí, necesita aprendizaje y tiempo. No resolverá por sí sola los problemas, pero es clave para el futuro y también en la gestión de los incendios», sentencia.