La opinión de Marina Castaño
La autoayuda
Este tipo de libros son como esos amigos entusiastas que siempre dicen “todo va a estar bien” o “ánimo y adelante”
De repente me encuentro de forma no intencionada en la sección de autoayuda de una librería y me asalta la sensación de que hubiera entrado en un mundo paralelo donde todos son felices, los problemas son meras ilusiones y el café tiene propiedades mágicas, por ejemplo. De esta forma llego a la conclusión de que nos encontramos ante un fenómeno literario que parece tener la solución a todos nuestros males, desde el desamor a la incapacidad para organizar tus cajones y armarios, incluso la vida misma.
Los libros de autoayuda son como esos amigos entusiastas que siempre dicen “todo va a estar bien”, o “ánimo y adelante”, como soltaba siempre el cura de cabecera de mi familia, don Agus, cada vez que salía de casa todos los jueves después de tomar una taza de té con bizcochitos de soletilla, al tiempo que trataba de animar a todos con una dosis de optimismo contagioso. ¿Quién no ha leído alguna vez títulos cautivadores tipo “Cómo ser feliz en 10 pasos” o “La fuerza de la abundancia”?
Esos textos te prometen que, tras leer sus páginas, podrás conquistar el mundo o, al menos, encontrar tus calcetines desaparejados. Pero aquí viene la parte divertida: en un universo tan complejo como el nuestro los consejos de estos libros suelen ser tan sencillos como que solo tienes que cambiar tu mentalidad. La verdadera magia radica en intentar aplicar esos consejos mientras la vida real se interpone. Y qué decir de las ilustraciones vibrantes y los mantras edificantes que adornan estas obras. A veces, uno se pregunta si más allá de esa portada inspiradora hay un pequeño duende disfrazado de psicólogo, dispuesto a soltar frases motivacionales como “tú puedes” desde la estantería. En definitiva, y sin ánimo de ser agria, los libros de autoayuda son como el contenido de Instagram: llenos de buenas intenciones, pero a menudo desconectados de la realidad. Así que, la próxima vez que podamos sentir que nos asfixia el drama cotidiano, hay que recordar que quizás un poco de buenismo literario no cure todo, pero seguro nos arrancará una sonrisa. Y eso ya cuenta como un paso hacia la meta de echarnos el problema a la espalda.