Belleza

Cabeza o belleza: Cuando ser guapa te impide ascender

Las mujeres de negocios atractivas son percibidas como menos fiables y con más posibilidades de ser despedidas, según un estudio.

Cartel de la película «El caso Sloan», en la que Jessica Chastain aparece como una ambiciosa ejecutiva
Cartel de la película «El caso Sloan», en la que Jessica Chastain aparece como una ambiciosa ejecutivalarazon

Las mujeres de negocios atractivas son percibidas como menos fiables y con más posibilidades de ser despedidas, según un estudio.

Tiñó su pelo rubio de castaño; cambió sus lentillas por unas gafas cuadradas de pasta; se bajó de los tacones para calzarse unos zapatos planos; y desterró de su armario las prendas ceñidas para sustituirlas por otras de apariencia «casi andrógina». Solo así Eileen Carey fue tomada en serio en Silicon Valley. Esta joven se vio obligada a cambiar de apariencia para abrirse paso en las altas esferas del sector tecnológico. La directora ejecutiva de Silicon Valley contó en su momento a la «BBC» que lo hizo para no sentirse vulnerable ni considerada un objeto sexual en el trabajo. Solo quería que la vieran «como una líder en el mundo de los negocios». No como una chica guapa que había utilizado su aspecto para llegar a las altas esferas.

El ejemplo de Carey sirve para demostrar que ser guapa no es todo lo maravillosos que se podría suponer y que en ciertos entornos está penalizado. Es el llamado efecto «femme fatale». Según un estudio de la Universidad de Washington, en el mundo de los negocios la belleza femenina es un obstáculo más que un arma para alcanzar objetivos. Según el informe «The Femme Fatale Effect: Attractiveness is a Liability for Businesswomen’s Perceived Truthfulness, Trust, and Deservingness of Termination», las mujeres de negocios muy atractivas son percibidas como personas menos fiables, sinceras y con más posibilidades de ser despedidas que el resto.

Para llegar a esta conclusión, Leah Sheppard, profesora asistente en Universidad de Washginton, y Stephanie Johnson, profesor asociado en la Universidad de Colorado, llevaron a cabo un estudio con 1.202 estadounidenses de ambos sexos. A los participantes se les mostró fotos de varias ejecutivas de Google para que puntuaran su atractivo. Después se les pidió que valoraran la credibilidad que les inspiraban, así como que describiesen los motivos por los qué podrían ser despedidas. Y, ciertamente, las más guapas salieron perdiendo. En otro experimento los investigadores comprobaron que no sucedía los mismo con los hombres atractivos.

Sheppard explica que las mujeres han sido desde siempre empujadas a intentar mejorar su aspecto para atraer a sus parejas y, por tanto, tienden a ver, al menos de primeras, a las mujeres más atractivas como competidoras. Por su parte, los hombres se sienten atraídos por las mujeres guapas, pero también les preocupa que su belleza las haga menos fiables e incluso infieles. Ese instinto tan profundamente enraizado también se manifiesta en el lugar de trabajo, fomentando sentimientos de celos y la sospecha de que las mujeres atractivas «han usado su sexualidad para conseguir promociones, encargos laborales favorables, etcétera».

Es lo que siempre se ha identificado como una «femme fatale». Durante siglos ha sido una figura recurrente en el arte, la literatura y primordialmente en el cine. Bella, cautivadora, sensual y peligrosa son los adjetivos que se le han atribuido a esa mujer que utiliza su atractivo para manipular al otro, normalmente el hombre. Desde Eva, hasta Cercei Lannister es un arquetipo que se ha mantenido a lo largo de la historia. En los negocios lo ejemplifica a la perfección una ambiciosa e implacable Jessica Chastain en el papel de Elisabeth en la película «El caso Sloane». Y, antes, Sigourney Weaver en «Armas de mujer». Mientras que en esta película de los 80, enmarcada entre la primera y la segunda ola del feminismo, se vislumbra la lucha de las mujeres por ocupar puestos de responsabilidad, antaño reservados solamente para los hombres, imitando los actitudes que tradicionalmente se le han atribuido al sexo masculino (agresividad, ambición...); en el segundo caso, la ejecutiva Sloane ya aparece como una profesional de éxito en las altas esferas del mundo financiero y empresarial. Sloane, es de hecho, una «femme fatale» que se define feminista: un personaje ambicioso y algo vengativo, pero también libre sobre su propio cuerpo y su sexualidad, atrevida valiente y decidida.

Pero, ¿realmente se percibe el efecto «femme fatale» en los negocios? Para el director general de Infoempleo, Jorge Guelbenzú, el atractivo femenino en ciertos sectores laborales «puede penalizar», pero «no es lo general» en la alta dirección. Primero, argumenta, porque cuando una mujer llega a ese puesto, por lo menos en nuestro país, «tiene ya una cierta edad y la belleza ya no tiene tanta importancia». «Se les valora únicamente por sus capacidades», añade. Y, segundo, porque a las mujeres guapas se les puede tener «más temor en puestos bases cuando todavía hay una larga proyección por delante» y se pueda pensar que por su atractivo tengan más fácil ascender en una empresa. «Creo que en una entrevista para directiva el ''headhhunter’'' valora sobre todo los resultados que haya obtenido a lo largo de su trayectoria. En cuanto a su físico, solo que tenga una imagen acorde al puesto que va a ocupar», a diferencia de otros sectores «como el comercial o cualquiera que sea de cara al público, en el que la imagen sí puede jugar un papel primordial a la hora de ser seleccionada», afirma Guelbenzú.

¿Desaparece el «efecto halo»?

Ser guapa en los negocios «puede tener sus ventajas debido al ''efecto halo''», sostiene Marta de Basilio, speaker coching y experta en lenguaje no verbal. «Se ha demostrado que solemos atribuir a la gente guapa cualidades positivas sin conocerlas: creemos que es más empática, divertida y exitosa que el resto». Algo que no sucede, según Sheppard, autora principal del estudio, con las mujeres ejecutivas, ya que, según sus conclusiones, son vistas como menos veraces y menos fiables. De Basilio puntualiza que «una cosa es ser atractivo y otra extremadamente atractivo». «Lo que se suele valorar es el conjunto, no solo si una chica posee una belleza singular, sino también cómo viste y cómo se relaciona ». «Si va súper arreglada a la oficina, excesivamente maquillada y se comporta como una diva, ahí es donde está el problema porque puede ser vista por sus congéneres como una amenaza y tomada poco en serio por los hombres». Por ello, recomienda que «extremen la prudencia» con su vestimenta –es mejor que vista elegante y recatada, dice– y con sus relaciones de amistad en el ámbito laboral.

Por su parte, la socióloga Cristina Cuenca, sugiere que tomar estas «precauciones», como en su día hizo la directora ejecutiva de Silicon Valley, contribuye a perpetúar unos estereotipos de género que el feminismo lucha por combatir. «Es cierto que algunas feministas opinan que las mujeres se arreglan para cumplir los cánones estéticos del patriarcado; a otras les gusta hacerlo porque les empodera», subraya. Lo que está claro, concluye, es que «el feminismo debe dar libertad a las mujeres para que sean como ellas quieran».