Mascotas

Cinco millones de hogares con animales «singulares»

El 40% de las familias tiene una mascota. Pájaros y peces van en aumento. La evidencia científica demuestra que todos los animales son «seres sintientes». Si algunas aves, como los loros se autolesionan ante situaciones de estrés, otras especies se adaptan para ser escuchadas en ambientes urbanos.

Imagen de la película «Mascotas», estrenada el año pasado
Imagen de la película «Mascotas», estrenada el año pasadolarazon

El 40% de las familias tiene una mascota. Pájaros y peces van en aumento. La evidencia científica demuestra que todos los animales son «seres sintientes». Si algunas aves, como los loros se autolesionan ante situaciones de estrés, otras especies se adaptan para ser escuchadas en ambientes urbanos.

El 39,7% de los hogares tiene una mascota, frente al 37,9% de 2012, según el último estudio elaborado para el Ministerio de Agricultura con datos de 2015. El perro sigue siendo la preferida (21,9% de hogares), seguido del gato (8,2%). Aumentan las familias que optan por tener otro animal de compañía, como pájaros y peces, mientras que bajan las que tienen hámsteres y tortugas acuáticas. Casi cinco millones de hogares con animal de compañía tienen otras mascotas que no son perros ni gatos. Y todos ellos sienten.

Pero no sólo las mascotas. «Todos los animales sienten, porque tienen un sistema neurológico suficientemente complejo para saber que lo hacen», explica el veterinario José Luis Blázquez. Opinión que coincide con la de la presidenta de Pacma, Silvia Barquero, que recuerda que ya lo recoge desde 2012 la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia de los animales, en la que se señala que «el peso de la evidencia indica que los humanos no son los únicos animales que poseen sustratos neurológicos generadores de conciencia». Por ejemplo, los mamíferos y aves comparten redes neurológicas de las emociones. Y es que, aunque la decisión unánime del Congreso de considerar a todos los animales «seres vivos dotados de sensibilidad» no fue aplaudida por todos, los estudios científicos han ido más rápido que las propias leyes.

Así, hace más de 12 años, Donald Broom, profesor de Bienestar Animal en la Universidad de Cambridge, y su equipo descubrieron que las vacas disfrutan resolviendo problemas. Colocaron a un grupo en un corral con una palanca. Si las vacas la apretaban, les permitía salir al campo. Los investigadores detectaron señales de satisfacción en ellas cuando aprendieron cómo funcionaba el mecanismo: su ritmo cardíaco aumentaba. Por ciento, tratar bien a los animales también puede ser ventajoso para nosotros: las vacas producen más leche si no se les grita o empuja.

En el caso de los grandes simios no hay sombra alguna de duda. Así, como ya relató el conversacionista Willie Smits a este periódico tras la publicación de «Los pensadores de la jungla», «los orangutanes miran su reflejo en el agua para saber si están guapos. Se ponen flores. Les gusta, les divierte la belleza, por lo que para mí los orangutanes no son animales. Son dulces y educados, y aprenden como los humanos». Respecto a los chimpancés, Jane Goodall ha explicado infinidad de veces que les ha visto ayudar a otros que tenían miedo porque habían quedado húerfanos o heridos, desmostración de que son seres compasivos. De hecho, tienen sentimientos morales: «El caso más llamativo fue el de la chimpancé Cecilia. Se presentó un Habeas Corpus (documento que sólo lo pueden presentar las personas detenidas ilegalmente) por parte de una Asociacion de abogados AFADA en apoyo del proyecto Gran Simio cuando estaba en un zoológico de Mendoza. La jueza aceptó el Habeas Corpus, y en la sentencia la considera un ser sintiente con derechos morales, por lo que ordenó su inmediata liberación del zoológico al santuario del proyecto Gran Simio en Brasil. Fue la primera sentencia judicial del mundo», explica Pedro Pozas, de Proyecto Gran Simio. Y es que los grandes simios «comparten con nosotros numerosas capacidades cognitivas iguales a los humanos, como engañar, bromear, reír, empatía, la curiosidad y el sentido del tiempo y del pasado», añade.

En el caso de las aves, la comunidad científica analiza sus sentimientos en aras de garantizar la conservación de la especie, como el estrés de vivir en entornos urbanos ruidosos. «El ruido de fondo de la ciudad se mueve en frecuencias bajas (graves) y, para hacerse oír, algunas aves suben la frecuencia a la que emiten el canto, que se vuelve más agudo. Le pasa al carbonero y, según un reciente estudio de la Universidad de George Mason (EEUU), a los herrerillos. En este último caso, el cambio parece disminuir la calidad del canto según es percibida por las hembras, lo cual no es positivo a la hora de encontrar pareja», explican desde SEO/BirdLife.

Para sobrevivir en una ciudad, hay especies que han optado por cambiar de hábitos: «Una investigación realizada en Reino Unido señalaba que los petirrojos urbanos prefieren trasnochar para cantar. Otras especies, en cambio, madrugan más e incluso han adelantado la fase de emparejamiento».

Si las dos opciones anteriores no son posibles, al ave le queda «la fórmula ‘‘discotequera’’, esto es, subir el volumen de su canto y cantar más para hacerse oír. Es el cambio que ha detectado Mario Díaz, investigador del CSIC y presidente del comité científico de SEO, y su equipo en verdecillos urbanos. «El problema es que no sólo atrae a potenciales parejas, sino también a depredadores. El estudio de Díaz apunta que, llegados a un determinado nivel de ruido (70 decibelios o más), las aves se rinden y optan por cantar menos, lo que indica que los beneficios de cantar no compensan sus costes. La última opción es marcharse: «Varios trabajos han demostrado pérdidas no aleatorias de especies en las proximidades de fuentes de ruido como autopistas o estaciones de bombeo de petróleo o gas». Esto suele ocurrirle a especies que, como el verdecillo, cantan en frecuencias bajas y, por tanto, les cuesta más usar las otras alternativas para evitar el ruido de coches y seres humanos.

En el caso de los reptiles, de acuerdo con Sharman Hoppes, de Colegio de Medicina Veterinaria y Ciencias Biomédicas de Texas, sienten sobre todo miedo y agresión, y pueden demostrar placer cuando se les acaricia o cuando se les alimenta.

Y es que como bien apuntó el especialista en inteligencia animal Frans de Waal en su libro «¿Somos lo suficientemente inteligentes para percibir la inteligencia animal?», hay que apreciar las increíbles capacidades de otros animales sin compararlas con las de los humanos, porque hay aves que recuerdan el sitio de miles de semillas que escondieron durante el otoño. Y los humanos no podemos hacer eso. En definitiva, los animales no son máquinas que no sienten ni padecen. De hecho, los perros incluso sueñan con lo que les ha pasado el día anterior con sus dueños, según el doctor Deirdre Barret, psicólogo clínico y evolutivo en la Escuela de Medicina de Harvard.