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Conductas

Cómo se comportan las personas que te tienen envidia, según la psicología

Esta forma de actuar esconde la dificultad para gestionar la inseguridad personal ante el éxito o las virtudes de los demás

Una ciudad asiática implementa un límite de horas diarias para el uso de teléfonos móviles Freepik

La envidia es una emoción tan antigua como universal y, aunque a menudo se disfraza de indiferencia o simpatía, suele dejar huellas visibles en el comportamiento de quienes la sienten. Reconocer esas señales puede ayudarnos no solo a protegernos de actitudes tóxicas, sino también a comprender mejor las dinámicas sociales que se esconden detrás de ella.

Cuando los logros incomodan

Uno de los gestos más evidentes de la envidia es la tendencia a restar importancia a los éxitos ajenos. A menudo, un ascenso laboral o un proyecto conseguido despierta comentarios minimizadores del tipo "no es para tanto". Estas reacciones hablan de la inseguridad de quien no soporta el brillo ajeno.

La comparación constante con terceros es una variante de este patrón: en lugar de reconocer los logros, se busca relativizarlos señalando que "hay otros que lo hicieron mejor o más rápido".

La imitación como estrategia

La envidia también adopta la forma del mimetismo. Quien la experimenta puede copiar la vestimenta, las aficiones o hasta la forma de expresarse de la persona que despierta esos sentimientos. Aunque a veces la imitación es halago sincero, en estos casos suele esconder un afán competitivo: apropiarse de aquello que el otro proyecta para neutralizarlo.

El disfraz de amabilidad

Otra señal común es el exceso de amabilidad o los halagos ambiguos. Los conocidos "piropos envenenados" son formas sutiles de rebajar a la otra persona mientras quien los profiere se mantiene con apariencia cordial. En el mismo sentido, la sobreactuación en el trato amable puede ser una máscara para ocultar incomodidad o celos.

Rumores y críticas

En los escenarios más dañinos, la envidia se convierte en rumorología o incluso en boicot. Desde comentarios malintencionados hasta intentos de apropiarse del trabajo de otro, pasando por la crítica pública en tono de burla, todo ello responde al mismo mecanismo: erosionar la reputación ajena para compensar la sensación de inferioridad.

Cuando la ausencia también habla

La envidia no siempre se traduce en confrontación. En ocasiones, el distanciamiento y la evitación son la manera de gestionar la incomodidad que genera la cercanía con la persona admirada o rechazada en secreto. También puede manifestarse en la negativa a brindar apoyo cuando se necesita: un silencio calculado en los momentos críticos que actúa como recordatorio de desamparo.

Una carrera invisible

La competitividad exacerbada suele ser un signo claro de celos. Transformar cada conversación o situación en una competencia es un modo de reafirmarse frente a alguien que se percibe más exitoso. Del mismo modo, el flujo constante de consejos no solicitados busca colocarse en una posición de superioridad moral o intelectual, desvalorizando al otro.

El papel de la víctima

Por último, algunos canalizan la envidia recurriendo a la victimización: hacen sentir al otro culpable de sus propios logros, insinuando que su éxito agrava los fracasos ajenos. Se trata de un recurso manipulador que desplaza la atención hacia el supuesto sufrimiento de quien lo usa, desvirtuando la celebración de los méritos del otro.