Hábitos
Si creciste en los años 60 o 70, probablemente aprendiste estas 9 lecciones de vida que no se enseñan hoy en día
Pese a que el mundo y sus costumbres hayan cambiado mucho a lo largo de las últimas décadas, muchos hábitos que se han ido perdiendo aportaban muchísimo valor a la sociedad
Hubo un tiempo no tan lejano en el que los teléfonos no eran inteligentes, el entretenimiento se limitaba a uno o dos canales de televisión, y las búsquedas se hacían en enciclopedias, no en Google. Era una época más sencilla, sí, pero también más directa, donde las lecciones de vida se aprendían a través de la experiencia y no a través de tutoriales o redes sociales.
Si creciste en los años 60 o 70, es probable que todavía conserves algunas de aquellas enseñanzas grabadas a fuego. Hoy, en medio del ritmo vertiginoso y la inmediatez digital, muchas de ellas parecen haberse diluido. Pero vale la pena recordarlas, porque tal vez ahí resida parte de la sabiduría que necesitamos recuperar. Estas son nueve valiosas lecciones que marcaron a una generación.
1. El valor del trabajo duro
En aquellos años, conseguir algo requería esfuerzo. Ahora también, pero el proceso de adquirir algo era mucho más complejo, no existían atajos ni soluciones instantáneas. Los hábitos de consumo han cambiado, antes se tenían menos cosas y parecía que hacían falta menos que ahora: si querías comprarte algo, eras más consciente de la inversión de tiempo y esfuerzo que suponía. Eso forjaba carácter, enseñaba resiliencia y dejaba claro que para conseguir algo no llega por azar, sino como resultado del compromiso.
Hoy, con todo al alcance de un click, hasta el proceso de compra se ha simplificado y esta ética del esfuerzo parece menos presente. Pero sigue siendo una herramienta poderosa para afrontar la vida.
2. Disfrutar de las cosas sencillas
Una comida en familia, una tarde de juegos con los amigos del barrio o una noche de televisión compartida eran motivos suficientes para sentirse feliz. No hacía falta más, ni un viaje a ningún sitio ni un plan demasiado elaborado. Y aunque puedan parecer planes menos estimulantes, la gente de antes no se aburría, o normalizaba el aburrimiento como parte de la vida.
La sencillez era parte del día a día, y aprender a valorar esos momentos enseñaba algo profundo: que la felicidad no siempre está en lo extraordinario, sino en lo cotidiano.
3. El arte de conversar
Antes de los chats, los likes y los audios de WhatsApp, las conversaciones eran cara a cara. Escuchar, esperar, responder con atención eran gestos naturales. Una buena charla con amigos, una discusión familiar o incluso una carta escrita a mano podían fortalecer vínculos mucho más que cualquier mensaje instantáneo. Hoy, entre historias y seguidores, redescubrir el valor de una conversación real y de conocer a alguien puede ser un acto casi revolucionario.
4. La paciencia como virtud
En los años 60 y 70, las cosas llevaban tiempo: las cartas tardaban días en llegar, las fotos semanas en revelarse, y para conseguir algo, había que esperar. Esa espera enseñaba autocontrol y alimentaba la ilusión. La gratificación inmediata es la norma hoy en día, todo a golpe de click, pero tal vez deberíamos recordar que algunas de las mejores cosas de la vida merecen ser esperadas.
5. La fuerza de la familia y la comunidad
Las familias solían comer juntas, los vecinos se conocían por su nombre, y era común ayudarse unos a otros. El sentido de pertenencia no se construía con seguidores, sino con presencia y cercanía. Ese tejido social, tan fuerte en aquellos años, es algo que hoy podríamos revalorar, lejos del individualismo que parece imperar en las relaciones entre personas actualmente. Porque estar rodeado de gente que se preocupa por ti no tiene sustituto.
6. La magia del aire libre
La infancia transcurría en la calle: jugando al escondite, trepando árboles, montando en bici hasta que caía el sol. Se aprendía a caer, a levantarse, a explorar. Ahora el ocio de los niños tiene más presencia en casa y, desgraciadamente, más aún con un móvil en la mano. Frente a la pantalla omnipresente actual, estas experiencias de calle enseñaban creatividad, independencia y una conexión con la naturaleza difícil de replicar en interiores. Salir al aire libre no era solo juego: era escuela de vida.
7. Ser autosuficiente
No había tutoriales en YouTube. Si algo se rompía, se resolvía y se intentaba arreglar. Si no sabías algo, preguntabas o experimentabas. Aprender a resolver por uno mismo no sólo era práctico, también fortalecía la confianza. Hoy dependemos mucho de soluciones externas. Pero tal vez es buen momento para recordar que la autosuficiencia sigue siendo una habilidad esencial.
8. Leer por placer
En una época sin redes ni streaming, los libros eran ventanas al mundo. Se leía por gusto, por curiosidad, por el simple placer de imaginar. La lectura no sólo entretenía: también enseñaba empatía, ampliaba horizontes y moldeaba la forma de pensar de una manera mucho más profunda a la que te puede aportar cualquier vídeo de 60 segundos en TikTok. Recuperar esa costumbre puede ser una forma de volver a conectar con uno mismo y con la calma.
9. El respeto como base de todo
Se respetaba a los mayores, a los profesores, a las normas… y también a uno mismo. El respeto no era negociable: era parte del ADN familiar y social. Hoy, entre debates crispados y discursos polarizados, esta lección sigue siendo más vigente que nunca, aunque la costumbre a tenerlo parece que se haya ido perdiendo. El respeto no es una moda pasada: es el pegamento que une a las personas y permite una convivencia sana.
Un legado que aún podemos recuperar
Puede que el mundo haya cambiado y mucho, a mejor muchísimas cosas, pero a peor en algunas otras. Estas lecciones, nacidas en otra época, siguen teniendo valor. Tal vez sea hora de desempolvarlas y traerlas de vuelta. No por nostalgia, sino porque en ellas hay sabiduría que no deberíamos dejar perder.