La segunda encíclica del Papa Francisco lleva la fecha del 24 de mayo del 2015, solemnidad de Pentecostés, pero se hizo pública el 18 de junio de ese mismo año y tuvo un eco excepcional en el mundo entero.

Bergoglio contó en algún momento que meses antes de esa fecha se encontró en Estrasburgo con la que entonces era MInistro de Ecología en el gobierno francés de Manuel Valls, la señora Segolêne Royale. Cuando esta supo que el papa estaba preparando su encíclica “sobre el cuidado de la casa común” le pidió que la publicase antes de que comenzase en Paris la COP21, convocada por la ONU.

El Papa argentino tuvo en cuenta esa petición y solicitó a sus expertos que aceleraran el acabado del texto para darlo a conocer antes del mes de diciembre del 2015 en el que tuvo lugar en la capital francesa la concentración de jefes de estado y de gobierno para tomar algunas medidas encaminadas a ralentizar el cambio climático. Pues bien, como se puede comprobar, la mayoría de los políticos que intervinieron en la cumbre se apoyaron con sus citas de la “Laudato Si” para acometer su programa reformador.

Entre las diversas iniciativas para conmemorar la encíclica bergogliana ha tenido lugar en Roma un convenio promovido por “Caritas Internationalis” en el que se ha repetido el llamamiento hecho por Francisco de cancelar la deuda de los países más pobres que siendo los que menos han contribuido al cambio climático soportan el mayor peso. Y la razón es muy clara: cuando la mayor parte de los recursos nacionales se destinan a rembolsar la deuda exterior no queda casi nada para otros servicios esenciales de la población. Ese será uno de los objetivos de la COP30 que tendrá lugar en Belem (Brasil) el próximo mes de noviembre