Teología de la Historia

Las «dos Españas» y el final de la Modernidad

12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, el día que se atisbó por primera vez el «nuevo mundo» que será evangelizado de la mano de María

«España, tierra de María», como afirmó san Juan Pablo II al despedirse de su visita el 4 de mayo de 2003 en la Plaza de Colón de Madrid
«España, tierra de María», como afirmó san Juan Pablo II al despedirse de su visita el 4 de mayo de 2003 en la Plaza de Colón de MadridPIERRE PHILIPPE MARCOUAFP PHOTO

Consumada la Reconquista tras casi ocho siglos de invasión musulmana, tal parecería que la Providencia había dispuesto ese periodo de nuestra Historia para poner a prueba el alma cristiana de España y acometer la gigantesca empresa de descubrir, conquistar y evangelizar un «nuevo mundo» en Ultramar. Es llamativa la coincidencia de tres significativas fechas de la Historia de España ligadas entre sí con esa empresa y con la Virgen del Pilar. Un 2 de enero del año 40 Ella viviendo en carne mortal en Jerusalén/ Efeso, se aparecerá al apóstol Santiago que a orillas del Río Ebro en Zaragoza (Caesar Augusta de la Hispania romana), preparaba su retorno a Jerusalén. Le fortalecerá en su misión evangelizadora y le encargará el que será el primer templo a Ella dedicado en Hispania y el mundo, entregándole una columna como símbolo de la solidez sobre la que se asentará la Fe cristiana en esa tierra. «España, tierra de María», como afirmó san Juan Pablo II al despedirse de su última visita apostólica el 4 de mayo de 2003, en la Plaza de Colón de Madrid.

Ella y Santiago el Mayor Patrón de España, conmemoran esa realidad. Asimismo será otro 2 de enero cuando en 1492 se formalizará la entrega del Reino de Granada a los Reyes Católicos, culminando la gesta multisecular de la Reconquista cristiana y católica de España. La Providencia quiso imprimir su sello haciendo coincidir apenas 10 meses después con el 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, el día que se atisbó por primera vez el «nuevo mundo» que será conquistado y evangelizado de la mano de María. Comenzará con Ella como la Virgen del Pilar, y en 1531 le tomará el relevo como la Virgen de Guadalupe. Los Reyes Católicos primero, como los de la Casa de Austria después, tendrán plena conciencia de ser instrumentos de la Providencia para conducir a sus súbditos hacia la salvación. Será el proyecto histórico de España conocido como el «Siglo de Oro», a caballo de los siglos XVI y XVII, consecuencia de estar marcada desde su nacimiento por el hilo de continuidad histórica de su catolicidad. El cual permite asimismo entender el papel decisivo jugado por la Monarquía hispana frente al cisma protestante en la antigua Cristiandad (ya Europa); ante la amenaza otomana en Lepanto, y en general, en el mundo de las relaciones internacionales de la época.

Precisamente ese estrecho vínculo entre la cosmovisión cristiana y el Imperio español explica la decadencia de éste en paralelo a la profunda mutación que se produce con Descartes en el pensamiento y la filosofía. Hasta ese momento de la Historia, en la época precartesiana como señala Juan Pablo II en «Memoria e identidad», ese cambio de filosofar significará «un cambio decisivo en lo que había sido la filosofía hasta entonces». Descartes rechaza el pensamiento escolástico y la filosofía del «Ser» –las cosas son lo que son– y con su «cogito ergo sum» –las cosas son lo que yo pienso– inicia el camino hacia el relativismo (las cosas son lo que yo pienso). Las consecuencias provocadas por ese cambio serán trascendentales; si Dios dejaba de ser el Dios de los filósofos para pasar a ser una «libre elaboración del pensamiento humano», la monarquía hispánica que se consideraba el brazo ejecutor de los designios de la Providencia sobre la humanidad debía verse notablemente afectada. Así, desde el comienzo del siglo XVIII, con la guerra de Sucesión y el triunfo de la Casa de Borbón sobre la Casa de Austria, y en paralelo al desarrollo de las ideas de la Ilustración, España se verá sometida al influjo creciente de esas ideas venidas de nuestra vecina Francia. Con la Revolución francesa y la invasión napoleónica será una confrontación entre su identidad histórica y las ideas de la Modernidad, frutos de la Ilustración y traídas por los ejércitos de Napoleón.

[[H2:Los siglos XIX y XX: las «dos Españas»]]

Esa confrontación se extenderá a lo largo del siglo XIX y se agudizará en 1898 con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y el desarrollo de la influencia marxista-socialista que prenderá en las capas populares españolas. Las guerras carlistas y las diversas revoluciones del siglo XIX son consecuencia de ese proceso histórico que será el inicio de las llamadas «dos Españas».Ya iniciado el siglo XX, esa confrontación, en paralelo a la que en Europa iban a dearrollar las «ideologías del mal» –el totalitarismo nazi y el totalitarismo comunista– alcanzaron su culminación con nuestra Guerra Civil. Pero pese a ello, y antes de ello, las profundas raíces cristianas de nuestra identidad histórica y nacional desde la conversión de Recaredo el 8 de mayo de 586 llevarán a que el Rey Alfonso XIII consagre España al Sagrado Corazón de Jesús en el centro geográfico del territorio nacional, el 30 de mayo de 1919. Sin duda fue una auténtica ceremonia «de Estado» con el gobierno en pleno y todas las restantes autoridades presentes, con la Jerarquía de la Iglesia y acompañados de una multitud de personas que llenaban la explanada del Cerro.

Aquel lugar se convertirá en un símbolo de la España católica por lo que, apenas unos días de comenzada la Guerra Civil, esa imagen será fusilada por un pelotón de ejecución de milicianos, en una imagen cuyo dramatismo captada por un fotógrafo dará la vuelta al mundo. El Papa Pío XI, en la visita que le hizo Alfonso XIII en 1923, elogió en estos términos el gesto del Rey: «Cuando el abrazo acercaba nuestros corazones hemos sentido que en vuestro corazón real estaba vuestro pueblo, como también hemos sentido aquel día no lejano, que Vos habéis tan vivamente recordado, en que le ofrecisteis y le consagrasteis al Corazón Divino de Jesús, con un gesto inmortal de verdadera y soberana caballerosidad, digno en todo, de la Historia y la hidalguía del pueblo caballeresco por excelencia...».

Finalizada la Guerra Civil, España vivirá otra etapa de su Historia que se extenderá hasta la muerte de Franco y la Transición política, que culminará con el Pacto Constitucional de 1978. Y que coincidirá prácticamente con el final de la Modernidad, hija de la Ilustración.

El final de la Modernidad

Efectivamente, el año anterior los intelectuales europeos celebran su reunión bianual que se inicia en Venecia el 17 de noviembre de ese año 1977. Lo ha convocado y lo preside el filósofo Louis Althuser, y la gran mayoría de los asistentes son marxistas incluido él, entonces máximo representante del revisionismo marxista que pugnaba por poner al día esa ideología. Para sorpresa general, el encuentro acaba con un documento signado por los más de 200 asistentes, en el que declaran conclusa la Modernidad.En él declaran que la Filosofía de las Luces no ha hecho reales sus promesas. Aunque aseguran mantener su fe en la Razón, afirman que la interpretación práctica que de ella ha hecho la Ilustración y los movimientos y escuelas inspirados por ella no han cumplido con las esperanzas alimentadas para la liberación de las mentes y de los pueblos. «La Modernidad ha fracasado en el núcleo esencial de su proyecto». Dos años después, Althusser se presentó en Roma con la intención de entrevistarse con el recién elegido Papa Juan Pablo II. Lo impidió la actitud del gobierno francés, que temía que ese encuentro del Papa con tan eminente marxista favoreciera al Partido Comunista en unas inmediatas elecciones generales. Lo cierto es que poco después le contaría a su buen amigo Jean Guitton, por entonces el más prestigioso pensador católico de Francia, el mensaje que pensaba transmitirle al Papa: «Lo que usted representa es la única fuerza de salvación posible para la sociedad humana».

Desde entonces vivimos instalados en la postmodernidad, que a falta de contenidos de definición positiva concretos, resulta ser una mera referencia cronológica. Un año después de esa histórica asamblea de intelectuales , España se dotaba de una Constitución que nos homologaba políticamente con las democracias liberales europeas. Y hasta hoy.