Cada vez que la Iglesia Católica se enfrenta al solemne proceso de elegir un nuevo Papa, el mundo entero dirige su atención hacia la chimenea de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Allí, una señal ancestral comunica el resultado de cada votación del cónclave. La famosa fumata, humo que sale de la chimenea y que, según su color, anuncia si los cardenales han alcanzado un acuerdo. Blanco si hay nuevo Papa, negro si todavía no. El origen de la fumataLa práctica de utilizar humo como señal durante el cónclave papal apunta a que tiene sus raíces a finales de siglo XIX o principios de siglo XX. Desde entonces, se ha convertido en un ritual imprescindible en cada elección pontificia. A medida que avanzan las votaciones durante el cónclave, las papeletas utilizadas por los cardenales se queman en una chimenea visible desde la Plaza de San Pedro, permitiendo que los fieles sigan el proceso desde el exterior. Si no se ha alcanzado un acuerdo para elegir al nuevo Papa, el humo que sale de la chimenea es negro, señal de que la votación ha sido infructuosa. Este color se consigue quemando las papeletas junto con paja húmeda. En cambio, cuando finalmente un candidato obtiene los dos tercios necesarios para ser elegido, se produce la esperada fumata blanca, que anuncia al mundo que hay nuevo Papa. Esta señal se genera al quemar las papeletas con paja seca, lo que produce un humo claro y visible. Si en alguna de las rondas ningún candidato alcanza la mayoría requerida, las votaciones continúan, celebrándose dos sesiones cada día, por la mañana y por la tarde, hasta lograr un consenso. Sin embargo, si tras tres jornadas de votaciones sigue sin haber un resultado, el proceso se detiene temporalmente para permitir a los cardenales un momento de reflexión antes de retomar las deliberaciones. Elementos químicos que dan color a la fumataHoy en día, el Vaticano emplea una mezcla de productos químicos para asegurar que la fumata sea nítidamente blanca o negra. A su vez también se ayuda de un un dispositivo auxiliar junto a la estufa tradicional. Este aparato, mediante un sistema electrónico, libera fumógenos adicionales que refuerzan el color del humo, haciéndolo mucho más visible y fácil de distinguir, tanto en el lugar como a través de las transmisiones televisivas. Para la fumata negra, que indica que aún no se ha alcanzado consenso en la elección del Papa, se queman las papeletas junto con una mezcla de Perclorato de potasio (un oxidante) Antraceno (un hidrocarburo aromático) Azufre (elemento que genera humo denso) Esta combinación produce un humo oscuro y denso que se eleva desde la chimenea, claramente visible para los presentes. Por otro lado, la fumata blanca, la más esperada y celebrada, se logra quemando las papeletas con otra mezcla diferente: Clorato de potasio (otro tipo de oxidante) Lactosa (un azúcar que favorece la combustión) Colofonia (una resina natural que produce humo blanco) El resultado es un humo brillante, claro y abundante, que llena el cielo sobre la Capilla Sixtina y desata el júbilo entre los fieles. Un símbolo universalAunque estos componentes químicos garantizan un resultado efectivo, la fumata es mucho más que una simple señal de humo. Es un símbolo que trasciende fronteras y lenguas, un lenguaje visual que une a millones de católicos alrededor del mundo en un momento histórico. El momento en que la fumata blanca aparece es también acompañado por el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro, reforzando el mensaje. Minutos después, el recién elegido Papa se presenta ante la multitud desde el balcón central de la basílica para pronunciar el tradicional "Habemus Papam".