Tabaquismo

Un futuro sin humo y sin cigarrillos con aval de la ciencia

Varios gobiernos contemplan alternativas menos dañinas en sus planes de tabaquismo

Investigadoras en el centro de I+D de Philip Morris en Suiza
Investigadoras en el centro de I+D de Philip Morris en SuizaPMS

Más de un 30 % de la población española consume a diario tabaco de combustión, según recoge la encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) de 2022, pese a que la prevalencia del consumo anual de tabaco en 2022 con respecto a 2020 se ha mantenido estable. La mejor decisión que podrían tomar las 8,8 millones de personas que aún fuman en nuestro país sería dejar el tabaco y la nicotina por completo. Pero no es algo fácil y no todo el mundo lo consigue o quiere dejarlo; de hecho, solo 4 de cada 100 personas que intentan dejar de fumar lo logra, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para este gran número de personas que no logran dejar de fumar, la ciencia ha permitido el desarrollo de alternativas al cigarrillo que no tienen combustión ni humo, y la evidencia disponible las avala como mejores opciones a seguir fumando. Hay que tener en cuenta que estas alternativas no son inocuas y con su uso generalmente se inhala nicotina, que es adictiva, y están dirigidas únicamente a fumadores adultos que de otra forma seguirían con el hábito.

Decir adiós al humo gracias a la ciencia

Al encender un cigarrillo, se liberan niveles muy altos de sustancias químicas nocivas o potencialmente nocivas que el fumador inhala a través del humo, debido a la combustión del tabaco. Y ese elevado nivel de sustancias químicas nocivas que se generan en el humo del cigarrillo es la principal causa de las enfermedades relacionadas con fumar.

Al no quemar tabaco, estas alternativas –como los dispositivos de calentamiento de tabaco o los cigarrillos electrónicos– no generan humo y reducen de manera significativa los niveles medios de sustancias químicas nocivas. Por este motivo, estas alternativas, avaladas por la ciencia, son una mejor opción que seguir fumando.

En el mercado de las alternativas al cigarrillo podemos encontrar mayoritariamente dos tipos de dispositivos: los dispositivos de calentamiento de tabaco y los cigarrillos electrónicos.

Los dispositivos de calentamiento de tabaco, como su nombre indica, calientan el tabaco a temperaturas suficientes para liberar la nicotina y los sabores, pero lo suficientemente bajas como para evitar que el tabaco se queme, por lo que generan un aerosol diferente al humo del cigarrillo.

Por otro lado, los cigarrillos electrónicos o vapers calientan una solución líquida que suele contener nicotina agregada y sabores para producir un aerosol, que algunos llaman vapor, de ahí el término «vaping».

¿Dónde se aplica esta vía?

Aunque los productos libres de humo todavía están sujetos a fuertes restricciones en algunos países, un número creciente de gobiernos han reconocido el rol que pueden desempeñar estas alternativas para generar un impacto positivo en la salud pública. Estos gobiernos están complementando las medidas tradicionales de control del tabaquismo (de prevención y cesación) con un enfoque de reducción de daño: favoreciendo que los fumadores adultos que de otro modo continuarían fumando dispongan de información veraz –y acceso– a alternativas sin humo científicamente validadas para que dejen atrás el cigarrillo. De esta forma se trabaja no solo en disminuir la cifra de fumadores, sino también en reducir el riesgo de daño para aquellos que de otra forma continuarían consumiendo tabaco en su forma más nociva: los cigarrillos.

Países como Reino Unido, EE UU o Nueva Zelanda, entre otros, ya contemplan dentro de sus estrategias de control del tabaquismo el uso de otras alternativas menos dañinas al cigarrillo convencional para los casos en los que no sea posible la deshabituación tabáquica.

El caso más reciente lo encontramos en Nueva Zelanda, donde el gobierno aprobó, en agosto de 2021, un nuevo marco regulatorio para los cigarrillos electrónicos y los productos de tabaco calentados bajo la llamada «Ley de Productos Regulados y Ambientes Libres de Humo». Uno de sus principales objetivos es «ayudar a los fumadores a cambiar a productos regulados» que sean «significativamente menos dañinos que fumar».

La nueva ley se basa en dos principios para alcanzar el objetivo de un país libre de humo para 2025. Por una parte, sigue estableciendo una regulación estricta para los productos de tabaco de combustión y, por otra, establece un tratamiento diferenciado para los productos de vapeo regulados, reconociendo sus posibles ventajas –en términos de reducción del daño– en comparación con los cigarrillos tradicionales.

En definitiva, existe la posibilidad de ayudar a combatir el impacto que genera el tabaquismo en la salud pública si conseguimos complementar las estrategias existentes de prevención y cesación con un enfoque de reducción del daño, que favorezca que los fumadores adultos que de otra forma continuarían fumando cambien a mejores alternativas, revirtiéndolo en un impacto positivo en la salud pública. Por ello es esencial proporcionar a los fumadores adultos información veraz basada en evidencia científica que les permita tomar decisiones informadas.

* La nicotina es una sustancia adictiva presente de manera natural en la hoja de tabaco. Aunque no es la principal causa de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar, no es inocua y está contraindicada para determinados perfiles (menores, embarazadas, lactantes, diabéticos, personas con hipertensión o insuficiencias cardiacas).

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