Sierra Leona

Hazaña española en el hospital del ébola: 83 operaciones en diez días

Cinco médicos voluntarios regresan, casi dos años después, al hospital donde se contagió el misionero Manuel García Viejo que, poco a poco, intenta recobrar la normalidad. Las dolencias que tratan vuelven a ser las previas a la epidemia: hernias, tiroides, labios leporinos...

Trabajo «non stop». Los sanitarios trabajaban catorce horas seguidas. Todo para honrar la memoria del misionero García Viejo
Trabajo «non stop». Los sanitarios trabajaban catorce horas seguidas. Todo para honrar la memoria del misionero García Viejolarazon

Cinco médicos voluntarios regresan, casi dos años después, al hospital donde se contagió el misionero Manuel García Viejo que, poco a poco, intenta recobrar la normalidad. Las dolencias que tratan vuelven a ser las previas a la epidemia: hernias, tiroides, labios leporinos...

Mabesseneh es una pequeña población de Sierra Leona, el país que todo el mundo conoce por una interminable guerra civil y por la reciente crisis del ébola, por ser también uno de los más pobres del planeta, con el 60 por ciento de la población en situación de pobreza. Allí, donde apenas hay nada, se levanta un hospital, el Saint John of God de los Hermanos de San Juan de Dios, el mismo donde entregó su vida el hermano Manuel García Viejo hasta contagiarse de ébola y morir en España hace casi dos años. En sus habitaciones, un niño llamado Peter juega con globos de colores después de ser operado en uno de sus brazos para recuperar su funcionalidad, perdida tras una grave quemadura.Le han tenido que despegar lo dedos, colocarle clavos y poner injertos. Con el brazo vendado, no para de gritar «¡Opoto balloon!» –«balloon» significa globo en inglés, mientras que «opoto» es la manera que los sierraleoneses utilizan para referirse a los blancos–. Y esos blancos a los que Peter reclama son cinco sanitarios españoles que en tan sólo diez días realizaron nada menos que 83 operaciones, 47 de ellas con anestesia general.

Las intervenciones, que se realizaron del 6 al 15 de mayo, se enmarcan en una campaña impulsada por la ONG Juan Ciudad, de los Hermanos de San Juan de Dios, coordinada por el cirujano pediátrico Fernando Rivilla. Se trataba de una campaña quirúrgica especialmente pensada para los niños. Le acompañaron la anestesista Ana Belén Ortega, la cirujana maxilofacial Teresa Martínez, el cirujano general Emilio Terol y el enfermero Alfredo de Andrés.

Ya en Madrid, LA RAZÓN reúne a cuatro de ellos para conocer de primera mano sus experiencias, la situación actual de uno de los «países del ébola» y conocer de cerca a quien «gasta» sus vacaciones alcanzando cifras de intervenciones quirúrgicas que suenan a récord. «Son muchísimas operaciones», explica Ana Belén. «Es una burrada lo que se hace allí. No se puede hacer habitualmente», añade Alfredo. Y eso que probablemente, bromean, el quirófano sea uno de los lugares de mayor privilegio, pues es el único sitio que tiene aire acondicionado. De lo contrario, sería imposible operar.

La necesidad no da tregua en Sierra Leona, a pesar de que el primer día los médicos «opoto» tuvieron que salir a buscar a sus pacientes. En el país, todavía hay demasiado respeto al ébola y se ve a los hospitales como lugares de contagio, pero ver a occidentales les da confianza. Al día siguiente, el hospital era un hervidero de pacientes con malformaciones craneofaciales y genitourinarias, patologías tiroideas, labios leporinos y, aunque se trata de una campaña pediátrica, numerosas hernias en adultos. Fueron días de casi no comer, de empezar a operar a las ocho de la mañana y acabar a las diez de la noche. Días de catorce horas de entrega. «Trabajamos a tope todo el rato, hasta que decides que se acaba; te lo terminas imponiendo. Y es que hay momentos de cabreo que tienen que ver con la hipoglucemia porque no habíamos comido. Alguien tiene que decir: paramos, vamos a comer y a descansar... el número de casos te desborda», apunta Alfredo.

Aún con el trabajo que nunca se acababa, la falta de recursos y el cansancio, fue un éxito y gran parte de culpa la tiene la relación entre los componentes del equipo. Así lo corroboran Alfredo, Ana Belén y Teresa, para la que este viaje fue el primero a África y, por tanto, se estrenaba con el grupo capitaneado por el doctor Rivilla. El resto ya había compartido campañas y recorrido por el continente africano. ¿Por qué? «No lo sabría explicar. Cuando estudiaba la carrera –apunta Ana Belén–, soñaba con hacer este tipo de cosas. Siempre lo había tenido muy presente. Para mí, es una devoción».

Para Alfredo, la clave está en África: «Cuando uno viaja allí, hay algo que te engancha, y lo único que quieres hacer es volver, volver y volver. Si lo pienso bien, no debería gustarme... pero me gusta». El doctor Rivilla sigue la misma línea: «África tiene una extraña atracción difícil de expresar y que se produce cuando estás allí. Usted no sabe el placer que yo siento cuando entro en el hospital y veo a los niños que hemos operado». Teresa Martínez, por su parte, acaba de experimentar esa atracción de la que hablaban sus compañeros. Su idea era dedicar parte de sus vacaciones a los demás y conocer una realidad «tan ajena a la nuestra»; también quiere servir de ejemplo para sus hijos, para inculcarles valores que para ella son fundamentales como la solidaridad.

Aunque pudiera parecer que se encontrarían con un país diferente al que habían conocido tras la crisis del ébola, confirman que en Sierra Leona «nada ha cambiado» y que esta campaña ha sido como las demás, con sus dificultades técnicas y limitaciones, pero nada más. «El ébola es el menor de los problemas de Sierra Leona. La gente se muere todos los días de malaria y hay problemas de desnutrición y con las vacunas», afirma Fernando Rivilla. Tristemente para ellos, sí han encontrado más dificultades a la hora de organizar el viaje desde nuestro país, sobre todo –continúa el coordinador del equipo–, «por la intoxicación informativa que España ha sufrido por el ébola. Hoy, mover a un equipo de profesionales para ir a Sierra Leona no es tan fácil como hace cuatro años. No descubro nada si te digo que no puedo decir libremente en mi trabajo que he ido a Sierra Leona a operar niños. Porque puede haber alguien superficial que piense: “Pero si allí se están muriendo de ébola...” o “pero si están en guerra”».

Sierra Leona ya está libre de ébola, tal y como declaró la Organización Mundial de la Salud.Ya no hay peligro, aunque tomaron medidas de precaución. Sus problemas son hoy los que fueron a resolver estos cinco médicos «opoto» que pudieron comprobar cómo la memoria de otro compatriota, la de Manuel García Viejo, sigue muy viva en Mabesseneh. En un busto, en imágenes y en el corazón de la gente. «Le recuerdan mucho y con gran aprecio. Le echan de menos. Manuel llevaba toda la vida allí, siempre al pie del cañón, involucrado en muchas cosas. He conocido a mucha gente y puedo decir que Manuel García Viejo es una de las mejores personas», concluye Ana Belén.

La vuelta a casa es dura, retoman su trabajo sin apenas descansar, pero África ya ejerce su atracción y piensan en volver. Es la realidad tan diferente, es el cariño de la gente, poner al servicio de los más pobres lo que uno hace; es, en definitiva, la sonrisa de los niños, de Peter, con sus globos de colores y su brazo recuperado.

El «síndrome postébola»

Dolores de cabeza o problemas de visión son dos de los problemas colaterales que un grupo de científicos descubrieron entre la mayoría de los supervivientes al virus del Ébola de Sierra Leona. De acuerdo con un estudio publicado en la revista «Enfermedades Infecciosas Emergentes», tras superar esta grave enfermedad, muchos de los convalecientes padecen problemas de salud físicos y mentales, incluso después de que la carga vírica haya desaparecido de su sangre. Es lo que estos expertos denominan «Síndrome postébola», un problema que puede persistir durante varios meses.