Salud

«He sido una yonki de farmacia por los opioides»

Durante siete años María Ángeles estuvo consumiendo estos fármacos con receta, pese a que los expertos no recomiendan más de tres meses. Hace seis meses que logró desengancharse.

«He sido una yonki de farmacia por los opioides»
«He sido una yonki de farmacia por los opioides»larazon

Durante siete años María Ángeles estuvo consumiendo estos fármacos con receta, pese a que los expertos no recomiendan más de tres meses. Hace seis meses que logró desengancharse.

María Ángeles Carchano jamás pudo imaginar que, por seguir las recomendaciones médicas, iba a entrar en una espiral de difícil salida. Todo comenzó por una fractura bimaleolar abierta en su tobillo izquierdo por un accidente de tráfico en 2006. Por el dolor, «me recetaron pastillas y después opioides transdérmicos». «La sensación al principio es que esos parches de fentanilo me quitaban el dolor, pero luego volvía y lo hacía más fuerte. Ya no sólo me dolía el pie, también la espalda, el brazo... Durante dos o tres años estuve con un parche de 25 mcg cada tres días. Después me subieron la dosis y estuve cuatro años con parches de 125 mcg y ya no cada tres días, sino cada dos tal y como me indicó la doctora. Tenía el síndrome de abstinencia cada dos días. Mi cuerpo no aguantaba estar tres días con un solo parche, el dolor iba a más, sobre todo con los cambios de tiempo. Era un descontrol. Estaba hablando con alguien y me dormía. Siempre tenía dos parches conmigo, el puesto y otro a mano siempre. Si no tenía suficiente, bajaba rápidamente al médico. Me veía como una yonki de farmacia».

Llegó un día que el dolor iba a más pese a los opioides, y María Ángeles ya no se sentía como era ella. «Llevaba ya siete años adicta a los opioides». Así que tomó la decisión de ir a la UCA de Adicciones Legales de Alcoy. «Lo primero que hicieron fue regularme; conseguir una dosis de opioides regular. Fue el peor año de mi vida, un año entero con el síndrome de abstinencia, una sensación que te impide vivir». Dado que seguía con dolor en todo el cuerpo fue derivada a la UCA de Francisco Pascual, que es, a su vez, presidente de Socidrogalcohol. «Con él estuve casi un año». «Me intentó cambiar los parches transdérmicos por Suboxone», marca de la buprenorfina, un fármaco del grupo de los opioides que se receta para el tratamiento de la adicción a otros opioides y que actúa de manera similar al tratamiento con metadona. «Fue horroroso. Me tuvieron que poner metadona para estabilizarme, y otra vez a los parches. Pascual logró que me ingresaran en la UCI de Unidad del Dolor del Hospital General Universitario de Elda». «Estuve ingresada una semana del 25 de junio al 2 de julio de este año. Estuve dos o tres días sedada. El quinto día tuve mucha abstinencia y cuando me vi un poco preparada para salir pedí empezar con la medicación oral. Fue muy duro. Mi cuerpo pasó de estar dormido a despierto. Perdí cinco kg en el hospital y en casa otros tantos» .

Según el informe de su alta, «fue sometida a una deshabituación rápida a opioides mediante sedación profunda con midazolam, dexmedotimidina, propofol y ketamina». «No quiero que nadie tenga que pasar por lo que yo sufrí», afirma. Por eso, presta su testimonio. «Imagínate cómo estaba, jamás pensé que pudiera hacerme adicta a algo, pero si yo ni fumo...».

«Es muy duro vivir con dolor. Todavía hoy me duele el tobillo. Pero hay que aprender a convivir con él. Nada te lo va a quitar al 100% sin que te genere otro mal. Los seis primeros meses estaba muy bien con los opioides, pero luego se convirtieron en una necesidad. Sólo piensas en el dolor cuando hay que cambiar el parche. Ahora, que ya no tomo opioides, sólo me duele el tobillo y de vez en cuando tengo contracturas en la espalda, pero porque por el tobillo no camino bien. Voy al fisioterapéuta y listo. Además, como no voy drogada, tienes ganas de hacer cosas. Con los opioides, en cambio, te quedas en casa. Esta droga, para mí, es igual que las ilegales, sirve incluso para evadirte de tu realidad. Perdí el control de mi vida. Ahora estoy bien. Han pasado seis meses desde mi ingreso, y desde el 2 de julio ya no tomo opioides. Ya no los necesito y no quiero verlos ni en pintura, pero mi cuerpo tiene memoria, creo que sigo teniendo secuelas como ojos llorosos, carne de gallina... es lo que también tenía cuando sufría el síndrome de abstinencia». Quiere aclarar que «no los tomé por decisión mía, fue mi médico la que me los recetaba. De hecho, fui a verla y sinceramente me molestó que dijera a otra compañera que me había descontrolado. Pero también quiero decir que me ha ayudado después. Tampoco la considero culpable, me imagino que me los recetó por desconocimiento. Los médicos no los prescribirían tanto si supieran todo lo que conlleva y no sólo para el paciente, también para mi madre y mi hija. Nos afectó a toda la familia».

Un desconocimiento que es, prácticamente, general. De hecho, un estudio publicado en la revista médica «JAMA» concluye que el uso de opioides recetados para pacientes con dolor crónico no relacionado con el cáncer puede ayudar, pero poco. De hecho, no aconsejan que se receten como primera línea de terapia. Para llegar a esta conclusión, los investigadores de la Universidad McMaster, en Ontario (Canadá), revisaron 96 ensayos clínicos aleatorios con 26.169 participantes (61% de ellos mujeres de 58 años de edad media) con el fin de responder si el uso de opioides tiene mayores beneficios o daños que el placebo o los analgésicos alternativos y encontraron que los opioides sólo proporcionan pequeñas mejoras en comparación con un placebo. Sin embargo, su consumo aumenta el riesgo de vómitos, somnolencia, estreñimiento, mareos, náuseas, boca seca, picazón.

No se trata de un asunto baladí. Se estima que hay 50 millones de estadounidenses y otros seis millones de canadienses que viven con dolor crónico no relacionado con el cáncer, y a muchos de ellos se les recetan medicamentos opioides. «A pesar de su uso generalizado, no se sabe lo suficiente sobre los beneficios y los daños de los opioides para los pacientes con dolor crónico no relacionado con el cáncer», manifesta en el estudio Jason Busse, autor principal e investigador del Instituto Michael G. DeGroote para la Investigación y Atención del Dolor en la citada universidad.

«Encontramos que, comparado con un placebo, un 12% de los pacientes tratados con opioides experimentaron alivio del dolor, un 8% notó una mejora en su funcionamiento físico, y un 6% encontrará una mejoría en la calidad de su sueño». «Estos efectos son muy modestos», hace hincapié Busse. Máxime cuando «los opioides no se han asociado con ninguna mejora importante».

Los investigadores también analizaron estos medicamentos con alternativas no opioides como los antiinflamatorios no esteroides, los antidepresivos y los cannabinoides sintéticos. Y encontraron una evidencia que muestra beneficios similares para el dolor y el funcionamiento físico si se toman unos u otros. «Además de los efectos secundarios que encontramos que pueden resultar del uso de opioides, estos medicamentos están asociados con la adicción, la sobredosis y la muerte. Dados sus riesgos, sus beneficios modestos y una eficacia comparable a otras alternativas, nuestros resultados respaldan que los opioides no deben ser una terapia de primera línea para el dolor crónico no relacionado con el cáncer», concluye.

«Es lo que vemos en la clínica día a día. El aumento de uso de opioides no está justificado para nada», afirma Pascual.

«La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya concluyó que, salvo para uso oncológico, los opioides no están indicados en ningún caso para la primera línea de tratamiento. Los problemas vienen porque los opioides se recetan para indicaciones no correctas, bien por su patología o bien por el paciente. Si éste está depresivo, es tendente a tener adicción, esa persona tomará más dosis y durante más tiempo del debido. Porque cuánto más tomas, más te pide el cuerpo. Y se acaban dando casos de hiperalgesia», un problema médico que aparece cuando la sensibilidad al dolor sube mucho. «Los pacientes toman más para no tener dolor y los opioides te generan dolor. El riesgo de su uso es muy alto si no se analiza caso por caso teniendo en cuenta cada paciente. No está indicado en artrosis, contusiones, fibriomialgia y se está recetando pese a que presentan más efectos secundarios que beneficios». «Los opioides tienen su función ante un dolor agudo. Pero en un paciente con dolor crónico, los opioides tienen pocas indicaciones y si se recetasen no más de tres meses de uso».

«En España –prosigue– se están prescribiendo opioides a la ligera. Y su uso requiere un control exhaustivo. No por un aumento de la dosis vamos a conseguir una respuesta. La tendencia es que cuando una persona piensa que ese medicamento le ha ido bien va a repetir. Los opioides te quitan en ese momento el dolor. No es de extrañar que alguien que los use para un dolor físico los acabe tomando para un dolor psíquico».

«En nuestro país –continúa– no se ha detenido el consumo, se sigue recetando igual. Es un problema no por los médicos de primera línea, sino que lo están recetando los especialistas, los politraumatólogos, los reumatólogos. Este tipo de fármacos se deberían estudiar mejor. Los profesionales no son conscientes del riesgo que entrañan».

Para el dolor oncológico está claro que los opioides sí están recomendados porque lo calman, en un dolor nefrítico, hasta que salga la piedra, unos días también. Pero para la artrosis, la fibriomialgia que no tienen curación que son enfermedades crónicas y que los pacientes se van a enganchar no se deberían recetar», concluye Pascual. Acudir al fisioterapeuta puede ser una buena opción.

Un aliado contra el dolor: la fisioterapia

Según un estudio realizado por investigadores de las universidades de Duke y Standford –ambas de Estados Unidos– y que fue publicado en la revista «JAMA Network Open» hace unos días, los pacientes que recibieron fisioterapia después de tener un diagnóstico de dolor en el cuello, el hombro, la espalda baja y la rodilla registraban entre un siete y un 16 por ciento menos de posibilidades de tomar opioides. Los hallazgos demuestran que la terapia física puede ser un remedio útil, no farmacológico, para controlar el dolor que afecta a músculos y huesos y que es de carácter severo.