Sociedad enferma y (III)
¿Humano? No tan humano
Somos como un reloj. Tenemos un mecanismo que sustenta nuestra vida, pero pocos se preguntan quién da la cuerda al reloj
La propuesta
La sabiduría, pues, se alcanza armonizando ambos conocimientos. Conocimientos científicos y médicos, para ganar calidad de vida material. Conocimientos técnicos, tecnológicos y culturales, para mejorar las interrelaciones, y en pro de una mejor convivencia y conocimiento social. Y conocimiento humanístico, como marco y motor del conocimiento técnico y científico, para un adecuado uso y desarrollo de los bienes materiales, en bien del progreso y de la felicidad del ser humano. El ser humano, es como un reloj. Tenemos un mecanismo que sustenta nuestra vida. Pero pocos se preguntan quién da la cuerda al reloj; quién o qué nos da la vida, y quién o qué nos mantiene con vida. ¿Cómo recuperar el olvidado conocimiento humanístico, para reequilibrarlo con el progresivo avance de lo material? Mediante la institución de un poder constituyente del Estado, cuya misión sería la de orientar humanísticamente a la sociedad.
Un poder del Estado sobre lo humano, independiente del resto de poderes. Un Leviatán en sentido radicalmente contrario al de Hobbes En la antigua Grecia, Platón reservaba para el filósofo la cúspide del orden político, porque el filósofo era alguien capaz de discernir entre el saber y el engaño: “el sabio conoce su docta ignorancia, y el ignorante ignora su ignorancia”. Dónde hay conocimiento, hay equilibrio entre deberes y derechos; ergo, hay democracia, hay libertad, hay solidaridad. “Solo se puede alcanzar la plena democracia a través de la educación”; léase sabiduría (John Dewey). Para los antiguos griegos, la “paideía” era el proceso para la educación de los jóvenes, entendida como la transmisión de valores (saber ser) y de técnicas (saber hacer); ambos necesarios para cualquier tribu, pueblo o sociedad. Es decir, humanidad y ciencia. Toda democracia debe fomentar el conocimiento de ambos saberes. Si no, no es democracia; es una farsa de libertad. Mantengamos la pasión científica, conjugándola con la pasión y el sentido humanista.
La solución
Son dos las realidades sustanciales del ser humano: la Ley Natural, consustancial en todos los seres vivos y en toda la materia del planeta, por definición; y la Ley Moral, que solo afecta al ser humano, por ser el único capaz de razonar.
El ser”humano, en relación a la Ley Natural, se rige básicamente por los siguientes principios: (i) es una especie que, a igual que el resto, goza de instinto natural para su propia supervivencia; (ii) a diferencia del resto, tiene capacidad de razonar por su propia supervivencia; y (iii) precisamente, por su capacidad de razonar, puede mejorar y prolongar su supervivencia, pero también malbaratarla, si falta conocimiento de lo humano. La ignorancia de ese elemento esencial, puede destruir, e incluso eliminar su propia existencia. No sólo estamos dotados de un instinto natural de supervivencia y de existencia, que determina nuestro destino como al resto de seres y especies, sino también gozamos del libre albedrío, que puede ser nuestra condena, si ignoramos la Ley Natural. Debemos aprender lo que nos enseña la Naturaleza, y seguir sus leyes. Es nuestra guía natural, por racional. Contrariar esa razón, es alterar nuestro instinto natural de supervivencia; una libertad que no tienen el resto de especies para contrariarla. Es la propia Naturaleza la que nos señala dónde empieza y acaba
el libre albedrío de cada individuo. La ética, como capacidad de distinguir el bien y el mal, es la que nos hizo diferentes al resto de animales. Y la Ley Moral, es la norma que rige la ética, conformada según la tradición y cultura de un pueblo. Mas, solo ha habido una Moral que se ha extendido sin discriminar comunidad ni condición humana. Es la propia historia la que nos muestra cuál es la fuente de sabiduría que da con la solución; sin que ello signifique cercenar otras posibilidades de ampliar conocimientos. La misma que ha acreditado el haber favorecido el mayor progreso de la humanidad. La Moral del perdón. La Moral del amor al prójimo; por universal. Es la única que permite progresar, al perdonar los daños producidos, rehabilitando a quien los haya cometido.
La cúspide de la sabiduría
La Clave de Bóveda o cúspide de la sabiduría sería, pues, la Ley Natural, en todo lo visible, físico y material, en conjunción con la Ley Moral del amor al prójimo, en todo lo invisible, intangible e inmaterial. El resto de la pirámide, sería el conocimiento científico, técnico y humano, libremente ejecutado, razonado y teorizado. Bajo esa cúspide, la pirámide podrá ir creciendo a medida que aumenten los conocimientos tanto físicos como los intangibles, que irán siempre armonizados, por cuanto les guía la cúspide o clave de bóveda de la sabiduría.
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