Educación
Jara, el cole sin «etiquetas» donde no hay exámenes ni se piensa en la EVAU
Fundamentado en Método Helix de la Fundación Aprender, es un centro pionero, inclusivo, en el que conviven alumnos ordinarios con otros con dificultades del aprendizaje, trastornos del neurodesarrollo y altas capacidades
Nada más poner un pie en Jara te das cuenta de que es un colegio diferente. En este centro de Valdemorillo, al oeste de la Comunidad de Madrid, se aprende descubriendo, experimentando, asociando, expresando y, por su puesto, equivocándose. Sus 235 alumnos, que se reparten entre Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato y varios grados de Formación Profesional, y los 33 profesores que les imparten clase crearon una pequeña gran familia hace seis años. Un proyecto, que se unía a su hermano mayor, Brotmadrid, el otro centro que la Fundación Aprender, titular de Jara, tiene en la capital, y que ha sido levantado a base de toneladas de cariño y comprensión, y muchísima vocación.
En Jara, no hay prisa ni agobios porque no están sometidos a la dictadura del temario. Tampoco hay tensión ni miedo ni ansiedad por sacar una mala nota porque no hay exámenes. A Jara se viene a aprender de otra manera, de una forma activa, y a adquirir habilidades esenciales para desenvolverse en la vida y desarrollarse plenamente como persona. Tampoco hay libros ni se piensa en la EVAU, lo que no es óbice para que sus alumnos obtengan buenos resultados en las pruebas de acceso a la Universidad. En Jara, cada niño aprende a su ritmo y en función de su capacidad, habilidades e intereses, pero siempre formando parte de un grupo. El objetivo del centro es sacar lo mejor de cada alumno y que alcance su máximo potencial. «Y, realmente, lo conseguimos», asegura Juan José Álvarez, el director del centro.
En definitiva, los alumnos son felices porque la prioridad para todos los profesionales que trabajan en el colegio es cuidarles emocionalmente. «Solo a partir ahí, podrán tener una vida académica satisfactoria», añade Álvarez.
Para todos
Pero lo que hace realmente especial a Jara es la diversidad de su alumnado. Fundamentado en el Método Helix, una iniciativa que busca recuperar la esencia de la enseñanza para el aprendizaje, es un colegio inclusivo, con una metodología pionera, donde alumnos ordinarios conviven con otros que presentan Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA) y distintos trastornos del neurodesarrollo. También tienen alumnos de altas capacidades que, a menudo, no encajan en la educación convencional, ya que necesitan de otro tipo de estímulos para no aburrirse en clase. «Somos un colegio para todos», remarca su director. Aquí, no hay ‘‘etiquetas’’, sino niños y niñas únicos e irrepetibles. Son Yanira, Álex o María, y nunca un TDAH, un TEL, una dilexia o una disculcalia (dificultad para el aprendizaje matemático). «Tenemos una mirada mucho más amplia, y no nos quedamos en los diagnósticos, porque estamos centrados en dotar a los chicos de las herramientas necesarias para que superen sus dificultades. Tienen mucho potencial y, a medida que maduran, pueden hacer lo mismo que el resto de sus compañeros, obteniendo muy buenos resultados académicos. Lo único que necesitan es que se les acompañe y se les comprenda, especialmente, en etapas críticas, que no son siempre las mismas para todos. Por eso, es muy importante identificarlas», expone Álvarez.
Algunos de los alumnos de Jara proceden de otros colegios en los que su experiencia ha sido bastante negativa. Se trata de chicos muy sensibles, a los que hay que cuidar mucho emocionalmente, y no todos los centros pueden o quieren realizar un esfuerzo adicional con este alumnado, por lo que, a menudo, se les excluye y margina, privándoles de un derecho fundamental como es la educación. Y es que, con frecuencia, estos trastornos son invisibles para la mayoría sociedad, por lo que suelen ser niños bastante incomprendidos, que reciben un trato discriminatorio en muchas ocasiones, lo que les genera un enorme sufrimiento tanto a ellos como a sus familias. «En el colegio nunca miramos para otro lado. Intentamos establecer siempre un vínculo de confianza con los chicos para que se sientan seguros. Nunca la sobrecarga de trabajo va a ser excusa para no abordar un problema. Un niño o un adolescente se comporta siempre de una determinada manera por algún motivo, por lo que intentamos llegar al origen de esa conducta. Y nuestra experiencia nos dice que, actuando así y, sobre todo, escuchándoles, los obstáculos que puedan surgir, se superan. En el colegio, tenemos casos extremos, de niños que habían perdido el pelo por causas emocionales, pero, afortunadamente, aquí lo han recuperado, lo que da idea de la enorme importancia que tiene cuidar el aspecto psicoafectivo», relata Laura Merayo, la maestra de Pedagogía Terapéutica (PT).
José Javier León es el profe de Lengua y Literatura y Sociales de la clase de Segundo de la ESO «Kunta Kinte» (en Jara, cada aula tiene su nombre). Es un maestro vocacional, comprometido con su trabajo, como todos los docentes y profesionales que desempeñan su labor en el centro. «Si alguien está pensando en ser profesor de Jara por un horario fijo y dos meses de vacaciones, que busque otro lugar. Nuestro trabajo se extiende más allá del toque del timbre de salida. El hecho de que no tengamos libros nos exige un esfuerzo adicional. Somos nosotros los que tenemos que preparar los materiales con los que, posteriormente, vamos a trabajar. Eso nos permite una enorme flexibilidad. Podemos fluir como profesores, algo que es muy gratificante», explica León.
Una forma diferente de educar, que se fundamenta en proyectos, como «Vivir sin....», una iniciativa que pone a los alumnos en el lugar de otras personas que carecen de recursos, y que les llevó incluso a la Cañada Real de la mano de una ONG. «Les sacamos de su burbuja y les mostramos cómo, a un paso de sus casas, hay personas que sobreviven sin luz. De esa experiencia, extrajeron muchas cosas muy positivas, que no se pueden aprender en un libro», apostilla León.
Lucha por ser concertado
Jara es un centro de titularidad privada, pero, actualmente, lucha por conseguir ser concertado y democratizar su modelo para que puedan acceder al mismo todos aquellos alumnos y familias que buscan una educación no convencional. «Respondemos a una necesidad. No se puede ofrecer algo tan específico solo a quienes lo puedan pagar, por lo que nuestro objetivo es ser un centro sostenido con fondos públicos de la Comunidad de Madrid y que todo el mundo se pueda beneficiar de nuestro modelo», reivindica su director.
Así, Jara emerge, a los pies de la Sierra de Guadarrama y muy cerca del Pantano de Valmayor, como un verdadero oasis en el desierto educativo español que, no en pocas ocasiones, tiende a la estandarización y a la exclusión. Sin duda, un colegio diferente donde cabe diferencia porque ésta es entendida como una riqueza en sí misma. Otro tipo de educación es posible y Jara es ejemplo de ello.
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